José María Marco
Post 1-O
Al dejar para más adelante la tramitación de la llamada ley de referéndum, el Parlamento catalán da signos de que ha empezado a rendirse a la evidencia. Y es que no puede seguir fingiendo que el Estado español, la Monarquía parlamentaria y la democracia liberal española, así como la Unión Europea, no existen. El proyecto de referéndum y la proclamación de la independencia de la República de Cataluña quedan postergados. Sine die.
Esto quiere decir que la mayor parte de los movimientos que a partir de ahora se refieran a este asunto van a estar hechos pensando en el post 1-O. Y aquí es donde vuelven los problemas, que el Gobierno de Mariano Rajoy, al menos hasta ahora, ha solventado con tanta brillantez. Que esta fase de ebullición retórico-sentimental del nacionalismo catalán esté dando sus últimas boqueadas no quiere decir, efectivamente, que el nacionalismo va a desaparecer. No es así en ningún sentido. Primero, porque van a quedar los restos de la frustración, con todas las tentaciones de violencia y de tensión en las que los grupos radicales del nacionalismo pueden caer, como lo están haciendo ya.
Además, estos flecos radicales comunican con ese nuevo nacionalismo español que está fraguando en Podemos. No fragua del todo porque Podemos no puede proponer ningún modelo nacionalista-patriótico como los de Latinoamérica, o más específicamente como el venezolano. A cambio, seguirá insistiendo en la idea de que la nación española está por construir y que esa tarea le corresponde a los nuevos populismos regeneracionistas. El panorama se complica aún más si se piensa que el PSOE, que debería ser contrario a estos planteamientos, está dispuesto a alimentarlos porque es lo que ha venido sosteniendo siempre –al menos en el relato propagandístico, asumido por la cultura oficial– para negar legitimación democrática al centro derecha, heredero de ese «fracaso nacional» que es España. Y todo eso sin contar con el antiguo nacionalismo llamado moderado, que se lanzó al independentismo y ha acabado, como siempre, a los pies de los radicales, antes la FAI, ahora las CUP. Este es el panorama que le espera al gobierno (y a Ciudadanos) para después del 1 de octubre. Salir airoso del órdago del referéndum es, o era, fundamental. Lo que viene luego no va a ser menos complicado.
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