Elecciones en Estados Unidos
Posverdad
«Post-truth», postverdad o posverdad ha sido designada como la «palabra del año» por el Diccionario de Oxford. La entidad asegura que su uso se ha incrementado en 2016 alrededor de un 2.000 por ciento en comparación con el año anterior.
Su significado ha venido vinculado a determinados hechos políticos como el Brexit o las elecciones en EE UU, pero la proliferación de su uso tiene que ver con una nueva forma de hacer política y periodismo político.
La verdad de una afirmación ya no se considera una característica necesaria del discurso político, lo importante es centrarse en las emociones y los sentimientos que es capaz de infundir en quien lo escucha, se intenta influir en la opinión pública de la manera que sea. Es decir, se alcanza un punto en el cual ya no importa que un hecho sea verdad o mentira, sino lo que los votantes sientan hacia ello.
Cuando los partidarios del Brexit aseguraban que la Unión Europea robaba millones de libras a su sistema sanitario o cuando el Sr. Donald Trump prometía barbaridades en sus mítines, parece ser que a muchos ingleses les daba igual que fuera verdad y que otros tantos americanos votaran pensando que nunca se harían realidad esas promesas, les sonaban bien y eso era suficiente. No ha sido un fenómeno exclusivo del mundo anglosajón, lo observamos a diario en la política española. La emergencia del populismo genera el clima de cultivo apropiado, basta con crear un relato con el que se identifiquen sentimientos no racionales, como la frustración, la rabia o el odio.
El enfrentamiento de «los de abajo» con «los de arriba», el término «clase política» tan usado para denostar a la también denominada «casta política», crean el caldo de cultivo idóneo para rechazar las instituciones democráticas o destrozar políticos.
Todo el mundo sabía que era imposible formar un gobierno alternativo al PP, tampoco nadie quería una nueva convocatoria electoral, pero se intenta penalizar al PSOE por abstenerse en la sesión de investidura, eso encaja con la posverdad de que «PP y PSOE son lo mismo», eslogan acuñado por el populismo emergente. Da igual la verdad, lo importante es que sea lo que la gente espera oír una vez que se ha creado el ambiente apropiado para creerlo. Si el PSOE hubiese votado «no» en la sesión de investidura, sería el culpable de nuevas elecciones, entonces encajaría con el relato de que los partidos sólo miran por sus intereses particulares y no por los generales.
Los mensajes penetran en el imaginario colectivo con mucha eficacia gracias a la inestimable colaboración de algunos creadores de opinión del mundo del periodismo. Ya saben, la vieja máxima de que «la verdad no te estropee un buen titular». Lo primero es conseguir un «traje adecuado» para cada personaje y situación y, una vez aceptado el relato, se convierte en creíble, sólo es necesario alimentarlo con informaciones que pertenezcan al ámbito de lo esperado por el receptor.
En realidad, todo forma parte de la banalización de todas las cosas de la vida y, por ende, de la propia existencia. Todo aquello que forma parte del ámbito público es un mero espectáculo que debe entretener. Lo importante ya no es conocer la verdad objetiva, sino entretenerse con la posverdad narrada. Cuando uno quiere darse cuenta, el Brexit ganó; Trump también; en Marsella, el Partido Comunista en bloque vota a Marine Le Pen, y el Parlamento español está lleno de diputados que lo desprecian porque sólo quieren el poder. Lo malo es que nuestro día a día depende de todas esas cosas.
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