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Presidente Sánchez, «gratis et amore»

La Razón
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«El drama de Pedro es que, mientras por separado tiene apoyos suficientes en el Congreso para salir investido presidente, a la hora de reunirlos se repelen unos a otros». Quien así se expresa es persona de confianza del líder socialista. La matemática y la política colocan a Pedro Sánchez en una carrera-trampa. Claro. Pero él parece decidido a intentar tejer la red que le garantizaría una investidura al frente de (como él mismo lo denomina) «un gobierno regeneracionista», eso sí, sólo en el improbable caso de lograr aunar posiciones antagónicas. Y en ello anda.

El secretario general del PSOE buscaría (por más que oficialmente diga que no se postula) una concertación de Podemos y C’s que lo hiciera presidente, valiéndose del pavor que tienen ambos partidos a las terceras elecciones. «Se presentaron como dos partidos que iban a regenerar la política y ahora son incapaces de hablar», les amonestó Sánchez el domingo desde el País Vasco.

De hecho, y a pesar de los pronunciamientos públicos del propio Pablo Iglesias, Podemos ya ha empezado a abrir la puerta a respaldar a Sánchez focalizando el debate en «la justicia social», lo que prepara el terreno para rebajar las líneas rojas. Fuentes bien informadas de la formación morada aseguran que Iglesias está dispuesto a favorecer una investidura del secretario general del PSOE «gratis et amore», «sin pedirle nada a cambio y sin formar parte del Gobierno», meramente para que arranque la legislatura con Mariano Rajoy lejos de La Moncloa.

Las últimas iniciativas parlamentarias de Podemos evidencian que su prioridad se ha desplazado hacia cuestiones como los derechos de la infancia o la lucha contra la corrupción. Algo empieza a moverse en la izquierda, toda vez que los socialistas niegan con menor convicción que mantuvieron durante semanas contactos con Iglesias, pero también miran al centro agitando su centenar de medidas pactadas la anterior legislatura para atraer a Albert Rivera. De momento, los naranjas tratan de alejarse de una atracción tan tóxica. Naturalmente.

«Muchos socialistas, socialdemócratas, moderados y gente constitucionalista no pueden entender que el PSOE esté tramando un gobierno con Podemos y los nacionalistas», ha dicho el líder naranja poniendo tierra por medio con Sánchez. Pero en C’s son conscientes de que el tema llegará a ser motivo de debate en sus dependencias.

Con las citas vasca y gallega a la vista, nada debe esperarse de inmediato. Si bien el entorno de Sánchez tiene puestas sus esperanzas en que la cuenta atrás hacia la disolución de las Cortes el 31 de octubre acrecentará la ansiedad de todos. Sumar voluntades, a sus ojos, es cuestión de tiempo: el que hay de aquí a las postrimerías de octubre, el suficiente para convocar nuevamente el Comité Federal y recibir el visto bueno para otra intentona. Incluso si fallase, ese formalismo a la espera de una inevitable convocatoria electoral permitiría a Pedro Sánchez presentarse como un líder que lo intentó todo hasta el último día.

Independientemente de la opinión que en su círculo de confianza expresen los dirigentes socialistas, lo cierto es que se ha levantado una expectativa de gobierno en minoría de Sánchez. Tiene mérito, con sólo 85 diputados. «Y si sale, sale, poco se pierde», señala un diputado del PSOE. De hecho, ya ha habido un debate en Ferraz sobre la conveniencia de dar una patada al tablero, y se ha lanzado un globo sonda para ver la respuesta, sobre todo interna. El líder socialista ya ha dejado claro, por boca de su portavoz parlamentario, Antonio Hernando, que no pretende hacer nada que no hayan hecho ya antes los barones para sobreponerse a la endiablada aritmética y acaparar el poder en sus territorios.