Cristina López Schlichting

Problema de corazón

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En Alemania se producen 106.815 abortos anuales y en España 112.390. El problema estriba en que la República Federal tiene 80 millones de habitantes y nosotros somos apenas 47 millones ¡Casi duplicamos la tasa germánica de abortos por cabeza! El aborto eugenésico (el de fetos discapacitados) o por violación es numéricamente residual. Así que estamos ante un problema social de uso del aborto como método anticonceptivo. Las relaciones se están reduciendo a instintividad y los embarazos son simplemente una consecuencia indeseada. Es curioso que en Europa apenas existan ya personas decididas a dedicar ni cinco minutos de su tiempo a considerar si el feto tiene o no derecho a algún tipo de protección. Sencillamente, da lo mismo. El no nacido es tratado como una apendicitis. Y eso ocurre más en España que, por ejemplo, en Alemania. Estoy convencida de que las consecuencias de todo esto no van a ser sólo demográficas. La diferencia entre dar a luz a un hijo discapacitado o no, no estriba en la racionalidad de la gente –como comúnmente se cree– sino en la capacidad de ternura y compasión, en la generosidad. La posibilidad de parir un hijo que te viene mal económica o personalmente tiene mucho más que ver con estar rodeado de una compañía humana alentadora, que te ayuda a afrontar la dificultad, que de tus propias fuerzas. Europa se está empobreciendo humanamente. Las autoridades harían bien en emprender campañas a favor de la natalidad –como hizo Alemania hace diez años– y garantizar ayudas económicas a las madres. También en explicar que el aborto no es una anticonceptivo y tiene riesgos sanitarios. Pero de fondo permanece la pregunta sobre el amor. Ese amor y esa compasión que no sólo necesitan los no nacidos, sino que precisamos todos, en particular en la enfermedad y la vejez. Sencillamente: una sociedad egoísta la sufriremos todos en nuestras carnes. El aborto no es un problema de útero, es un drama del corazón.