Ely del Valle

Progresar retrocediendo

Dice Ada Colau que va a desobedecer las leyes injustas. Todavía no ha catado el sillón de alcaldesa y ya se está comportando como una reina absolutista capaz de decidir por el pueblo pero sin el pueblo lo que es justo y lo que no. El turismo, por ejemplo, es injustísimo y por eso anda maquinando cómo frenarlo antes de que Barcelona se convierta en Venecia, que hasta ahí podíamos llegar. Dos tonterías en menos de 24 horas que han puesto muy contentos a los barceloneses, que segurísimo que consideran que los impuestos municipales son una injusticia del tamaño de Montserrat, y los pelos de punta a hosteleros y comerciantes por razones obvias.

Es lo que tiene Colau: que cada vez que abre la boca provoca un terremoto, unas veces porque su palmario desconocimiento de lo que significa un Estado de Derecho le hace creerse una heroína con superpoderes para hacer de la Ley un traje a medida, y otras porque, como otros de sus compañeros «emergentes», parte de la premisa de que el dinero es intrínsecamente perverso y que quien lo tiene lo ha conseguido robando. Dicen Sánchez y su fiel escudero Cesar «Winehouse» Luena –lo de Winehouse no es por el vino sino por el famoso «No,No,No» de la intérprete de «Rehab»– que sólo apoyarán gobiernos de progreso. ¿Y qué se entiende por progreso? ¿Subida de impuestos, obligatoriedad de poner en alquiler cualquier vivienda vacía (no sin antes garantizar la imposibilidad de que se pueda desalojar después al inquilino por impago), paralización de inversiones millonarias con sus consiguientes puestos de trabajo, como quiere Carmena, o abonarse a la insumisión como pretende Ada Colau?

En Barcelona, el PSOE no va a tener problema porque su resultado ha sido irrelevante, pero hay un montón de gobiernos de «progreso» que van a depender de su apoyo. La duda está en saber si son capaces de acertar con los que verdaderamente lo son.