Presupuestos del Estado
Prorroguemos sin aumentar el gasto
La crisis política catalana ha hecho trizas la aritmética parlamentaria que habría permitido aprobar los Presupuestos Generales del Estado para este ejercicio. Tras aprobar un cupo harto ventajoso para las diputaciones forales vascas, el PNV se ha mantenido firme en su postura de no apoyar las nuevas cuentas del Reino hasta que el artículo 155 de la Constitución deje de serle aplicado a la Generalitat catalana.
Por ello, el Gobierno ha tenido que prorrogar de momento los presupuestos de 2017, circunstancia que impide el despliegue de partidas de gasto adicionales a las que ya se encontraban en vigor durante el año precedente.
En principio, el Ejecutivo de Mariano Rajoy confiaba en sacar adelante las cuentas de 2018 en marzo: después de las elecciones catalanas del 21-D, la expectativa era el retorno a la normalidad institucional en la región y el consecuente levantamiento del artículo 155 de la Constitución.
Sin embargo, dos sucesos han emborronado tan feliz esperanza popular: por un lado, no está nada claro que la situación política en Cataluña vaya a regresar a los cauces constitucionales, de modo que el artículo 155 podría continuar en vigor durante más tiempo; por otro lado, el repunte en las encuestas de Ciudadanos está empujando a la formación que lidera Albert Rivera a buscar el enfrentamiento con sus rivales electorales naturales, bloqueando consecuentemente cualquier perspectiva de acuerdo parlamentario.
Así las cosas, si ambas formaciones perseveran en su oposición al proyecto de presupuestos para este ejercicio, el Gobierno se verá finalmente forzado a prorrogar durante todo este año las cuentas que se aprobaron para 2017. En principio, parecería tratarse de una muy mala noticia para España, dado que de facto está impidiendo al Gobierno que gobierne, esto es, que haga política a través del presupuesto.
Sin embargo, aquellos que suscribimos la idea de que «el mejor gobierno es el que menos gobierna» no podemos más que alegrarnos de que nos encontremos en esta situación de parálisis: sin Presupuestos Generales del Estado no hay –o no debería haber– nuevos incrementos del gasto público, de manera que la evolución del déficit a largo de este ejercicio tenderá a ser mejor de la que ya se espera que sea.
Si finalmente se presenta tal oportunidad, deberíamos aprovecharla para, por ejemplo, congelar el gasto de nuestras hipertrofiadas Administraciones Públicas, evitando en consecuencia cualquier incremento del salario de los empleados públicos o un mayor reparto de fondos a las autonomías. Prorroguemos el presupuesto y no incrementemos el gasto.
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