Julián Redondo
Prueba de fuego
Mireia, las fabulosas chicas del waterpolo o los supercampeones del hockey seguro que al ver la ceremonia de entrega de los premios Príncipe de Asturias, en el momento en que los representantes del Maratón de Nueva York recogieron la distinción que cualquiera de ellos merecía, sintieron envidia. Es comprensible. Pero, paciencia y perseverancia, todo llega. Parecía tan lejano el clásico nuestro de cada día y está ahí. Gala en el coliseo con los dos mejores equipos del mundo. Delanteros de fábula, centrocampistas de ensueño, defensas resueltos y porteros... ¡Ay, porteros! Bravo se ha ganado el cielo azulgrana porque lleva ocho jornadas sin encajar un gol. Que se aferre bien al paraíso porque caer de ahí al infierno puede ser cuestión de horas. En cuanto a Casillas, jamás convencerá a sus enemigos, que no son los del Barça sino los suyos. Cada partido en el Bernabéu será un examen para él de aquí a la eternidad, y el de hoy promete goles. No podría ser de otra manera con esa pléyade de artistas.
La duda del clásico es si los resultados en los últimos partidos son garantía de éxito para ese futuro que empieza esta tarde. Ambos han fracasado frente a los rivales más duros: el Barcelona se estrelló ante el PSG y el Madrid contra el Atlético. Esta prueba es de fuego. Les resulta sencillo golear al Levante o al Eibar, incluso al Liverpool o al Ajax. Frente a esos contendientes, el fútbol que practican se sobredimensiona; si bien el partido del Real en Anfield fue un prodigio, una obra de arte, un partido para enmarcar. Pero se quedará en agua de cerrajas, como la imbatibilidad del ilustre visitante, si a las contundentes victorias sucede un tropiezo. Y los batacazos en estos encuentros tan señalados dejan huella. Es lo clásico del clásico.
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