Elecciones Generales 2016
Quo Vadis PSOE?
Mal le va a un equipo de fútbol cuando su estrella acaba siendo el portero. El partido socialista, que ha gobernado España durante casi veintidós años en la actual etapa democrática, lleva demasiado tiempo sumido en el bucle de una pérdida de votos y de cuotas de poder sólo maquillada por los pactos con quien toque, donde se tercie y sin mayores escrúpulos, con tal de desalojar a la derecha de cualquier Gobierno. Los últimos ocho años muestran una sangría elección tras elección especialmente patente en lugares tan emblemáticos como Cataluña, País Vasco, Galicia, Madrid y hasta en el granero andaluz, donde ya no es primera fuerza. El resultado de los comicios del pasado domingo, se pongan como se pongan en la guardia pretoriana de Pedro Sánchez, viene a ahondar en una caída que solo enmascara el inmisericorde efecto de la gravedad con el espejismo de haber derrotado a unas encuestas tal vez demasiado generosas con Podemos.
Si a estas alturas del guión político en nuestro país desde el PSOE se atina a esbozar una mínima sonrisa por haber superado las pésimas expectativas de la demoscopia y haber resistido el tan traído y llevado «sorpasso» desde la coalición de Iglesias y Garzón es para hacérselo mirar de arriba abajo. La situación actual es algo más que una crisis coyuntural en un partido que regresó tras la dictadura con plena y pragmática vocación de gobierno, con el Estado y el constitucionalismo incrustados en su ADN y extendiendo sus terminales de poder en cada rincón de la España rural y urbana.
A la espera de que se celebre el primer comité federal post 26-J –con el bagaje de cinco nuevos escaños perdidos en seis meses– lo que se gestiona es lo más parecido a miseria, esa misma que empuja a Susana Díaz, víctima de otro «sorpasso» en favor del PP, a sacar pecho en clave interna recordando que son andaluzas las únicas tres provincias donde ha ganado su partido. No será este un comité federal de guante blanco; no será corto ni indoloro; ya no quedan como en enero esas pequeñas rejillas que podían atisbar la esperanza de un socialista en La Moncloa. Ahora solo quedan un aparato cada vez más enrocado –no hay más que escuchar las declaraciones de Luena, Batet o Hernando– y unos «barones» sabedores de que la travesía del desierto desde la oposición difícilmente pasa por Sánchez. «El comité federal notará las espinas de la rosa», me apuntaba ayer un destacado dirigente socialista no tan proclive al aparato como hace unas semanas.
Lo más llevadero para todos en el PSOE sería ver a Rajoy continuando en La Moncloa sin necesidad de renunciar al voto contrario a un Gobierno del PP –resulta llamativo que para esa encomienda se señale a Ciudadanos, Convergencia o PNV, las mismas «derechas» por las que Sánchez bebía los vientos antes de ayer–. Difícil variante. Puede que la travesía del desierto, abstención incluida frente a la investidura de Rajoy, requiera de otro timonel socialista en ciernes.
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