Julián Redondo
¿Ratificado?
Está en marcha. La campaña de acoso y derribo a Rafa Benítez cobra cuerpo. Aunque le ratificaron después del 0-4. Los apósitos del Eibar, del Getafe y del Malmoe los desprendió el Villarreal con el ánimo necesario para ganar un partido. La herida está abierta, infectada y supura por donde todas las úlceras del fútbol, por el punto más débil: el entrenador Benítez está preocupado porque aunque se considera capacitado para pilotar el Real Madrid le vence la ingratitud de los jugadores, no de todos, de algunos y la soledad. Le han aconsejado que si va a morir, que lo haga matando. Que alinee a los que sudan en los entrenamientos, a quienes responden a sus exigencias, los que le pueden despejar la pista para aterrizar con éxito han aconsejado que como la docencia no es su fuerte, porque carece de mano izquierda, que se olvide del empeño que tiene en enseñar a Cristiano Ronaldo a tirar las faltas y que se centre en exprimir al inidividuo sin pasar más tiempo en el aula que en el campo de entrenamiento.
No quieren aprender quienes se creen que lo saben todo y cada mes, al obervar la cuenta corriente, ponen los ojos en blanco con la montaña de ceros. Benítez no puede acabar con las filtraciones, están fuera de su ámbito, que es el rectángulo de juego, donde reside su futuro. Y ahí, le sugieren, tiene que alinear a futbolistas comprometidos, los únicos que si se empeñan pueden salvarle. Lo malo es que cada día que pasa cuenta en nómina con menos aliados. «Prescinde de los pusilánimes», le han dicho; «rehúye el desgobierno y manda donde te corresponde, en la caseta. Y si no pulverizas a los caprichosos, al menos terminarás dignamente». Rayo y Real Sociedad asoman como amenazas flagrantes.
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