Rechazo al referéndum

Rajoy insistió ayer en la posición del Gobierno frente al desafío independentista. Desde el primer momento ha dejado claro que no permitirá la celebración de un referéndum. Nunca ha existido ambigüedad o titubeos en una cuestión que es crucial para la unidad de España. No ha existido inmovilismo, sino el estricto cumplimiento de la Constitución que juró cumplir cuando asumió la presidencia del Gobierno. Es muy cómodo para aquellos que no gobiernan y para algunos periodistas afirmar que se tiene que dialogar, porque los nacionalistas lo único que quieren es imponer una fecha para celebrar el referéndum. Hay también un sector que desearía mano dura e incluso la suspensión de la autonomía. Por su parte, los socialistas utilizan la palabra federalismo como si fuera la varita mágica que resolvería el problema. Al margen de que desconocen el significado y alcance de este término, Mas y sus socios no se contentarían con el federalismo, que es simplemente cambiar de nombre al Estado de las Autonomías e introducir un poquito de maquillaje en algunas cuestiones de operativa bilateral. Es posible que establecer un modelo con tres naciones de primera (Cataluña, País Vasco y Galicia) con características propias de un estado libre asociado y que el resto de territorios fueran autonomías pudiera servir para ganar algo de tiempo. En cualquier caso, provocaría fuertes e irreversibles tensiones, así como la indignación de los territorios degradados a la condición «segundones». Espero que cuando gobierne el PSOE no se vea fagocitado por el radicalismo de Podemos e IU, que en este terreno, como en otros, tienen unos planteamientos muy inquietantes, que conducirían a la ruptura de España. Rajoy mantuvo el tono dialogante que le caracteriza, pero reiteró que ahora no es posible reformar el sistema de financiación. La respuesta, como recordó, es ley y diálogo. Más claro no puede ser. Rajoy se mostró satisfecho por la evolución económica, pero profundamente insatisfecho por el nivel de desempleo.