César Lumbreras

Reforma de la Carta Magna

La Razón
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Mariano Rajoy ha abierto estos últimos días la puerta a la posibilidad de una reforma constitucional en la próxima legislatura. Ahora todas las fuerzas políticas importantes contemplan ya esta hipótesis como una realidad. Cosa bien distinta es el alcance de las modificaciones de la Carta Magna, algo en lo que tendrán que ponerse de acuerdo en su momento, una vez que se hayan celebrado las elecciones, se conozcan los resultados, estén constituidas las Cortes y formado el nuevo Gobierno. Precisamente este proceso es uno de los puntos que deberían contemplarse en esa reforma. Resulta llamativo, por no decir absurdo, que, en los tiempos actuales y con la cantidad de medios modernos que están a nuestro alcance, tengan que pasar cuatro meses desde que se acaba una legislatura hasta que se forma el primer gobierno de la siguiente. En medio, y tras la disolución de las Cámaras, están la pre y la campaña propiamente dicha, los comicios, todos los pasos sucesivos que se dan hasta que se constituyen las nuevas Cortes, el debate de investidura, la elección del nuevo presidente y la formación del Gobierno. Entre unas cosas y otras, casi un cuatrimestre, si todo va bien, y casi dos meses desde el día de las votaciones hasta que se reúne por primera vez el nuevo equipo gubernamental. ¿No es un periodo de tiempo excesivo? Recuerdo que en Reino Unido, por ejemplo, la reina encargó a Cameron la formación del nuevo Gobierno al día siguiente de las últimas elecciones. Sé que, probablemente, hay otros asuntos más importantes y urgentes para abordar en el caso de una reforma constitucional, pero, insisto, éste no se debería dejar de lado. Al final, tener un Gobierno a medio gas durante casi cuatro meses termina notándose, especialmente si hay temas prioritarios encima de la mesa. En 2011 ya sucedió eso por la gravedad de la situación económica. Ahora, lo prioritario es el desafío planteado desde Cataluña, una cuestión de mucha enjundia.