Enrique López
Regeneracionismo responsable
Esta semana resulta trascendental para conseguir la ansiada estabilidad política en España, que permita la consecución de un necesario gobierno de la nación. Esperemos que las vías de negociación abiertas permitan el logro de tal empresa, lo cual sería positivo, no sólo porque respetaría la voluntad mayoritaria manifestada por el pueblo español en las últimas elecciones, sino, y además, porque supondría una interesante sinergia de fuerzas políticas que representan a la vez tanto la historia de nuestra política como lo nuevo de la misma. Tan negativo es pretender negar que los sistemas políticos por muy afianzados que estén no evolucionan como pretender llegar a la política pensado que se sabe todo, y se poseen las soluciones magistrales para la regeneración democrática, pasando por arrumbar el pasado y construir un nuevo presente sobre la base de sus cenizas. En nuestro sistema político, basado en una monarquía constitucional, no es posible ir creando diferentes repúblicas como en Francia, donde van por la quinta, que no olvidemos fue alumbrada tras un auténtico golpe de Estado del general De Gaulle, algo que se pretendió hacer en España en 1981. Nuestro sistema se basa en la existencia de la corona, cuyo titular, el jefe del Estado, es el símbolo de la permanencia y unidad del propio Estado. Pero resulta necesario el mantenimiento de una evolución del sistema, que en este momento debe basarse claramente en un proceso de regeneración democrática y de defensa de la unidad de España como tareas inminentes, lo cual exige un acuerdo mayoritario, donde también debe estar el principal partido de la oposición, necesario para la estabilidad del sistema. No estamos ante una crisis como la francesa de 1958, pero a nadie se le escapa la especial encrucijada en la que se ve envuelto nuestro país, que exige que nadie se parapete en los tradicionales roles de una democracia tranquila, donde la corresponsabilidad entre el que gobierna y ejerce la oposición puede ser menor. Los retos que afronta España exigen más entrega y generosidad, y sobre todo el abandono de los prejuicios tradicionales, asumiendo nuevas responsabilidades por parte de todos. No cabe duda de la necesidad de un cierto regeneracionismo, al estilo descrito por Joaquín Costa, mas no olvidemos que en la España de principios del siglo pasado la alternancia de partidos había proporcionado al país una falsa e ilusoria estabilidad, la cual se sostenía sobre la base de una gran corrupción política que impedía visualizar la efectiva miseria del pueblo, el mal reparto geográfico de una tardía revolución industrial, el caciquismo, el pucherazo electoral y el triunfo de una oligarquía económica y política. Hoy estamos infinitamente mejor, pero debemos afinar nuestro sistema para acabar con episodios de corrupción y defender a España del independentismo, y ello no requiere de grandes reformas institucionales, sino de compromisos políticos firmes y creíbles que no pasen porque todo lo anterior es malo y lo nuevo no, porque ni lo uno ni lo otro; lo contrario sería creer en una pérfida ñoñez. Es necesario volver a creer en el patriotismo y en lo común, porque, como decía Séneca, «nadie ama a su patria porque es grande, sino porque es suya».
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