Cristina López Schlichting
Remordimientos
Mi hija aún me lo reprocha. Hace mucho que la vacuné contra el papiloma virus, en plena adolescencia, y cada vez que llega a los medios una mala noticia sobre el medicamento me siento culpable. Mi chica es muy inteligente y se da cuenta de que ni la cobertura es eficaz ni el tratamiento estaba exento de riesgos. Se pregunta cómo es posible que su madre tomase un camino precipitado. Es difícil explicarle el clima de histerismo que nos rodeó a las familias. Reproducir los testimonios de los especialistas preocupados por el cáncer de útero, subsiguiente a tantos casos de contagio por papiloma. O los consejos de los médicos que me dijeron –consulté a varios– que la vacuna era inocua y que el riesgo era tan grave que merecía la pena aplicarla. No tengo título de Medicina, pero tampoco soy una indocumentada total. Sigo la actualidad y me preocupan los acontecimientos. Si tomé la decisión, fue bien asesorada y con el juicio más responsable que pude hacer. Adquirí la vacuna con una doctora, que la compraba para sus hijas, y se la pusimos a la vez. Mi conclusión es que la oportunidad o no de este tipo de productos no puede dejarse a criterio del consumidor. El mercado no es la última palabra de todo. Aquí hay muchos intereses económicos y es precisa una regulación férrea, que evite especulaciones ciudadanas. La comunidad médica debe llevar las riendas y los gobiernos deben permanecer inflexibles a las presiones. No es justo tener que sentirse culpable de no saber.
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