Cataluña
Repaso a una oposición cicatera
Los plenos del Congreso, como el de ayer, han servido normalmente para la representación teatral de la discordia entre los principales líderes políticos, pensando en el impacto mediático y electoral de sus ocurrencias, mediante conocidas técnicas de propaganda, entre las que destaca la descalificación del contrario, debidamente jaleada por la bancada propia. Este enfermizo y barriobajero comportamiento de la oposición –ésta y las anteriores, de uno y otro signo–, despreciativa e insultante, que niega sistemáticamente cualquier mérito al Gobierno de turno, ha contribuido, más que ninguna otra circunstancia, al desprestigio de la clase política y de las instituciones públicas.
En la opinión general se ha instalado así un clima de hipercriticismo, de máxima desconfianza hacia los dirigentes y, sobre todo, de pesimismo patológico, alentado ciertamente por la pérdida de bienestar de amplias capas sociales. Cualquier mala noticia se pregona con cuernas y trompetas y cualquier buena noticia –qué se yo, el optimismo español en el Foro de Davos, la subida de la Bolsa, la contención de la hemorragia del paro, el aumento de inversiones extranjeras, las previsiones más favorables de los centros de decisión, el espaldarazo del presidente de EEUU y no digamos las informaciones positivas que trae de Europa, sin jactancias, el presidente del Gobierno– esrecibida con desconfianza y hasta con rechifla con tal de quitarle méritos a Rajoy en su durísimo empeño de la superación de la crisis. Así se incendian, con el carburante de los insultos y la ignorancia, las redes sociales y los distintos «gamonales». Ni siquiera se pide generosidad, bastaría con que los políticos de la oposición fueran hombres justos y de buena educación.
El caso es que un jefe de la oposición como Rubalcaba, un político bregado y maniobrero, con buena cabeza, una larga experiencia de poder y notable capacidad de adaptación, invita a creer en su buena fe y, sobre todo, en su sentido común a la hora de ayudar a superar, de acuerdo con el Gobierno, los serios retos que tiene España por delante.
Y de hecho lo está demostrando en el caso catalán, aun a riesgo de que su partido se desgarre allí, como está ocurriendo. ¿Quién puede negarle el aplauso en esto? La verdad es que, a la hora de tomar decisiones valientes como ésta, ni siquiera tiene que esforzarse mucho en pensar en su liderazgo de cara al futuro –con primarias o sin primarias– porque, sagaz como es, sabe de sobra que él no tiene ya futuro, por más que en el Partido Popular hagan rogativas para que siga, como es el caso, por razones tan triviales como que con él los populares volverían a ganar fácilmente las elecciones.
Pero ¿por qué, en estas circunstancias de despedida, es tan cicatero y atribuye a Draghi todo el mérito de la salida de España de la crisis sólo para quitárselo y hacer de menos al presidente constitucional de España? A Rubalcaba, «el Químico», siempre le ha faltado grandeza. Y a propósito de oposición, ¿cuándo va a dar explicaciones Cayo Lara al Parlamento y a los españoles del papelón de Izquierda Unida en Cataluña?
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