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Romance con el gol

La Razón
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El nueve que no es un nueve porque apunta más a diez –de sobresaliente–; sutileza, talento, visión de la jugada y más a menudo de lo que parece, romance con el gol: Benzema. Porque «de vez en cuando la vida/afina con el pincel:/se nos eriza la piel/y faltan palabras/ para nombrar lo que ofrece» (homenaje a Serrat, que ha estado por Madrid), como hace Karim, que convierte en fiesta los días laborables y rescata a su equipo de las garras del león cuando se antoja pieza fácil.

Pero el león, con ramalazos de minino, es menos fiero de lo que lo pintan porque el Madrid es mejor que el Athletic, también en el nuevo San Mamés, un regalo para el fútbol, escenario ideal, precioso, moderno, confortable; con el público encima y en el terreno de juego, dos equipos entregados a una causa: la victoria. Lo que no aparece en el programa es que en el fragor de la batalla San José levante la persiana de la ventanilla de donativos y ceda un gol amablemente a Benzema. Fallo garrafal e impropio de un internacional que relaja el ambiente, que se anuncia racial porque la grada empuja mucho. Y empujó, que empató Sabin, pero el Madrid es mejor con Keylor Navas y Benzema. Y colíder con... el Celta.

Estrepitosa derrota del Barcelona en Vigo; imperial goleada del Celta, sublime. Fútbol coral, dos puñales como Nolito y Aspas y un candado en la portería para evocar en los azulgrana un rasgo de entereza que firmaría Marlene Dietrich: «Nunca me desmayo porque nunca estoy segura de caer con elegancia» («Testigo de cargo»). Neymar y Messi, con Iniesta, buscaron el empate imposible, no rindieron armas ni por los desajustes defensivos de sus compañeros y ensayaron disparos que Sergio Álvarez, siempre en el lugar oportuno, despejó. Si el Celta no encajó más que un gol fue por los reflejos de su portero. Perdió 4-1 el Barcelona, un marcador sorprendente, que lo es menos porque en el origen se encuentra el acordeón celtiña y su mortal, brillante, exuberante y exquisito contragolpe. Se ve que invencibles sólo quedan los de Némesis.