Alfonso Ussía
Ruedo ibérico
El flamante número 2 de «Podemos» por Zaragoza, el pasado JEMAD Julio Rodríguez, posa en «El Mundo» en sus tiempos de barba más cerrada ante un avión «Mirage III» del Ejército del Aire. Él mismo adorna con sus recuerdos el pie de foto:
«En 1975 estaba destinado en la Base Aérea de Manises, en Valencia, pilotando este “Mirage III”, un símbolo de la modernización del Ejército del Aire. Durante los viajes que hacíamos a Francia a realizar prácticas en el simulador de vuelo, aprovechaba para visitar la “Librarie Espagnole” y comprar libros prohibidos de la editorial “Ruedo Ibérico”, de autores como Piérre Vilar o Hugh Thomas, que reforzaron mis convicciones democráticas en aquellos años decisivos para nuestro país. Aquel 1975 fue el año del nacimiento de la Unión Militar Democrática, a la que tanto debemos, y no puedo dejar de recordarlo con una emoción comparable a la que han vivido tantos jóvenes en estos últimos años». Bellas palabras.
La Unión Militar Democrática fue un higo chumbo protagonizado por militares con muy limitado espacio para el ascenso. No así para el entonces teniente o capitán Julio Rodríguez, que de haber sido consecuente tendría que haber dado la cara en la UMD con sus compañeros militares de izquierdas, que perdieron su empleo defendiendo sus ideales. Don Julio Rodríguez los recuerda con emoción, pero siguió a lo suyo, pilotando aviones y aterrizando en Francia para comprar libros de «Ruedo Ibérico». Y llegó a Teniente General.
Sin necesidad de pilotar un «Mirage III» del Ejército del Aire, el que firma este artículo tiene en su biblioteca más de 150 libros de «Ruedo Ibérico», editorial que por otra parte, no era partidaria de la democracia, sino de la sustitución de un régimen autoritario por una dictadura marxista-leninista. Este menda pasaba los libros de «Ruedo Ibérico», adquiridos en la «Librarie Soud-Ouest» de la «Rue Gambetta» en San Juan de Luz por la frontera de Irún o Behovia. Y en diferentes ocasiones, el guardia civil carabinero descubrió los libros, los consultó, y me los dejó pasar a España sin ningún problema. Mis libros de «Ruedo Ibérico», desde la «Operación Ogro» a «Historia del Franquísimo», los compré con mi dinero, pagando la gasolina del coche, y sin gravar mis gilipolleces de antaño al Ministerio del Aire, como hacía don Julio, el camuflado.
Por otra parte, son libros tan prescindibles como cualquiera de los que se publicaban en España en exagerado homenaje a Franco, los poemarios de Federico de Urrutia o los elogios a la figura del Caudillo de Luis de Galinsoga, José Luis López Aranguren o Emilio Romero. Acostumbro a leer los libros que compro, y no obtuve ninguna lección de democracia leyendo las chorradas de «Ruedo Ibérico», que pongo a disposición de don Julio siempre que me garantice la devolución, que una cosa es la calidad literaria de un libro y otra diferente su valor sentimental de viejo bibliófilo.
Años atrás, el cantante Paco Ibáñez calificó de «txakurras» –perros– a los que acudieron a una manifestación contra el terrorismo de ETA en San Sebastián. Escribí un artículo y se querelló, y testigo de ello es el gran abogado de LA RAZÓN, Francisco Hiraldo. Lo que molestó a Ibáñez es que recordara que su prohibidísimo disco «Paco Ibáñez en el Olympia de París» lo compré sin problema alguno –estaba en el escaparate– del comercio «Feryn», sito en la calle de Serrano. Y que en determinada ocasión, Mari Carmen Martínez Bordiú y Franco, nieta del Generalísimo y tan guapa como espontánea, me informó que ese disco figuraba entre sus preferidos.
Así, que menos lobos, don Julio. Abandonó a sus admirados compañeros de la UMD y se dedicó a comprar birrias editoriales a costa de los aviones del Ejército del Aire. Entiendo que hasta Iglesias le haya colocado como el número 2 de Zaragoza. Que no va a salir.
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