César Lumbreras

Salamanca

La Razón
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No hacen faltan excusas para dejarse caer, como el que no quiere la cosa, por Salamanca. Pero si alguien necesita motivos adicionales ahí van un par de ellos: el primero, la celebración del VIII Centenario de su Universidad y los actos que se han organizado con este motivo, entre ellos la monumental exposición del artista mallorquín Miquel Barceló, con sus obras repartidas por diversos puntos de la ciudad, que ya se puede visitar. El segundo, el Festival de Luz y Vanguardia, que ha presentado su alcalde, Alfonso Fernández Mañueco, esta semana en Madrid y que tendrá lugar a mediados de junio; en él se juntan la luz y las técnicas más vanguardistas junto a las esencias de la tradición representadas por muchos de sus edificios y monumentos. Ahí siguen su inigualable Plaza Mayor, las dos Catedrales, que se pueden visitar desde las alturas (experiencia que merece la pena), la Universidad, la Clerecía, la Casa de las Conchas recién restaurada, sus puentes y suma y sigue. Dejo para el final mi rincón preferido de esta ciudad. Se trata del Convento de San Esteban. Confieso que si voy a Salamanca y no he pasado por la Plaza Mayor y por los Dominicos, como también se conoce al citado convento, es como si no hubiese estado. Ya sea de día o de noche la visita es obligada y contemplar su portada un deleite. Cada vez que me planto delante de esta obra, para mi majestuosa, siempre termino descubriendo algún detalle en el que no he reparado con anterioridad. Merece la pena dedicar un rato, si el horario lo permite, al interior de la Iglesia y a los claustros y recordar al Padre Francisco de Vitoria, uno de los primeros defensores de los derechos de los indios en aquellos tiempos iniciales del descubrimiento de América. En sus muros se leen también algunas de las frases más celebres del creador del derecho internacional y de los pueblos. Su doctrina sigue de plena actualidad hoy, más de cinco siglos después de que la formulase. Si Salamanca siempre merece una visita, ahora más.