José María Marco

Salir del hoyo

El expediente del ministro José Ignacio Wert para que los estudiantes españoles puedan cursar sus estudios en castellano afronta por primera vez un problema hasta ahora sin remedio, a pesar de lo que sugiere el sentido común y de la legalidad vigente. No cambia, sin embargo, el hecho de que el Estado y la enseñanza están diseñados de tal modo en nuestro país que hay que recurrir a medios excepcionales para impedir una discriminación intolerable. Intenten ustedes explicar lo que está ocurriendo con el español en España pasando a cualquier persona extranjera. Nuestro país no es ni más ni menos normal que cualquier otro europeo. Aun así, problemas como este de la enseñanza del castellano indican la situación de excepcionalidad en la que hemos vivido durante decenas de años y para la que ahora, tal vez, se empieza a despejar una posible solución. Hay otros. Siguiendo recomendaciones pedagógicas universalmente aceptadas, la Lomce instaura evaluaciones externas al final de cada ciclo educativo. Para intentar paliar el abandono escolar, con inmediatas repercusiones en el paro (brutal) de los jóvenes españoles, se dignifica la FP y se devuelve a los estudiantes la posibilidad de elegir, en vez de condenarlos al abandono o a perjudicar la calidad de las clases. Se instauran programas de refuerzo para los estudiantes con problemas. Y también se acaba con la posibilidad (increíble) de pasar curso con más de dos asignaturas pendientes. Se sabe que la comprensividad era el principio del fin de la enseñanza pública de un país. Parece que por fin vamos a empezar a salir de ella. Van a quedar muchas cosas pendientes, además del asunto sugerido en primer lugar. Las Humanidades siguen relegadas y, sobre todo, se mantiene un bachillerato de dos años, una duración que hace imposible cualquier formación seria. Se podrá paliar un poco esta carencia si se diseña bien el curso de paso. En cualquier caso, partimos de una situación tan politizada y tan disfuncional, que lo que se haga, aunque no sea del todo satisfactorio, será digno de ser apoyado. Se oyen muchas quejas sobre los permanentes cambios que introducen los gobiernos en las leyes educativas. La realidad es la contraria. Desde por lo menos 1982, ésta es la primera ley educativa del centro derecha. Con el agravante de que las leyes socialistas no han contado nunca con el acuerdo del otro partido mayoritario y han respondido siempre a un proyecto de ahormar la sociedad española en un modelo ideológico que nos ha conducido al punto en el que estamos.