Iñaki Zaragüeta
Sánchez se llama peligro
Pedro Sánchez se ha hartado de repetir desde hace casi dos años que no pactará ni con el PP ni con el populismo, en referencia clara a Podemos. Lo incumplió tras las elecciones autonómicas y municipales y, a pesar de ello, continuó reiterando con más fuerza si cabe la misma proclama antes, en y después de las generales del 20-D. Si a ello añadimos el mandato del Comité Federal del PSOE de no convenir con independentistas ni separatistas, al secretario general socialistas sólo le quedaría la vía del acuerdo con Ciudadanos para presentarse al debate de investidura con vistas a ser elegido presidente del Gobierno, la cual tan sólo le facilitaría 130 diputados y la imposibilidad de cumplir su sueño.
Evidentemente, no está en su mente ser consecuente con lo afirmado y sí satisfacer su obsesión de entrar en La Moncloa, para lo que tendrá que seducir a quienes tan alejados ha pretendido mantener de palabra –Podemos, separatistas, radicales...– y consumar un matrimonio de conveniencia, aquél que tan certeramente se define como «la unión de dos personas que no se convienen en absoluto».
No sé cómo terminará la batalla de Sánchez y, a juzgar por las variadas conclusiones que muestran los analistas, nadie lo conoce con certeza. Sí parece cierto que dejarle con las manos libres totalmente, no acarreará nada bueno para el PSOE ni para España. Resulta difícil comprender ese talibanismo contra algo constitucional como es el partido más votado y abrazarse con quienes no ocultan la pretensión de dinamitar el Estado. Puedo entender el veto a una persona, a Mariano Rajoy, pero de ahí a la querencia hacia el mayor enemigo de uno mismo, media un abismo. Así es la vida.
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