Lucas Haurie
Se va Torrijos, gana Maíllo
La jubilación del portavoz comunista en el Ayuntamiento de Sevilla, Antonio Rodrigo Torrijos no es una victoria de esa «derecha política y mediática» a la que amargamente reprochaba ayer su eyección de la vida pública el doble imputado por corrupción. O sí lo es pero también, ante todo, dos cosas mucho más importantes: la expulsión de las instituciones del responsable que declaró esta misma semana en sede judicial que le importaba un pimiento el destino de casi un millón de euros del contribuyente; y la imposición por parte de Antonio Maíllo, el nuevo coordinador general de IU en Andalucía, de ciertos mínimos éticos que siempre habían diferenciado, extravagancias ideológicas aparte, a la coalición zurda de los dos grandes partidos. A empellones, sí, pero Torrijos ha dimitido igual que hace unos años dimitió quien estaba llamado a ser su delfín, Lolo Silva, de sus cargos en el gobierno municipal. Dos ejemplos que habrían de cundir en el PP valenciano o en el PSOE de toda España, donde se considera inocente a cualquier militante aunque se demuestre lo contrario, por la vía simplista de «si mi amigo mata a una vieja, algo habrá hecho la vieja». Promociona en estos días sus memorias Julio Anguita, el alcalde cordobés que convirtió al último Partido Comunista occidental que abandonó la obediencia moscovita en una formación votable: el electorado pensante, fuera de ese lamentable sufragio genético que caracteriza a los españoles, responde cuando percibe honradez sin concesiones y ética calvinista. Entre una Susana contemporizadora, un PP barcenosamente arenoso y un Maíllo látigo de mangantes, tengo clarísima mi elección.
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