Ely del Valle
Sin defensa
Quien hace una, hace ciento. A Bárcenas se le puede creer o no y de hecho, lo que dice y lo que calla se viene interpretando como verdadero o falso dependiendo a quién beneficie o perjudique políticamente. Muchos de quienes le defendían cuando aseguraba que la letra de los famosos papeles no era la suya aseguran ahora que miente cuando habla de financiación irregular en el PP, y la mayoría de quienes apostaban con entusiasmo de ludópata a que faltaba a la verdad entonces están dispuestos a creerle con fe de franciscano en su amago de colgarle el muerto de la contabilidad distraída al que fue su partido. Es lo que se conoce como fiabilidad a la carta o «por el interés te creo, Andrés». Al ex tesorero no sabemos si la prisión le ha refrescado la memoria o desbordado la imaginación. Dice lo que dice porque ahora piensa que le conviene y porque ha caído en el síndrome del preso estrella y está encantado de manejar los hilos amagando una presunta información que pone en entredicho la honorabilidad de un gobierno pero si mañana decide lo contrario, también se lo contará a quien tenga cuatro páginas con tirada que ofrecerle. La versatilidad de argumentos de este propio es tan sorprendente que hasta sus abogados han tirado la toalla porque no hay manera de fundamentar una defensa coherente cuando el cliente es un doctor Jekyll que hoy dice arre y mañana, so. A la espera de que encuentre un nuevo letrado especializado en dobles versiones, la única certeza que podemos tener es que Bárcenas es un trilero que a base de trufar sus embustes con verdades en una proporción que sólo él conoce ha conseguido ahuyentar a sus propios abogados, que ya es mérito. Y todo eso mientras se fuma un puro y reparte pantalones entre la población reclusa. Qué tío.
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