César Vidal
Sin prisa y sin pausa
En el año 1973, se reunieron en París representantes de Estados Unidos y de Vietnam para entablar conversaciones con la finalidad de concluir la guerra. Los delegados norteamericanos reservaron habitaciones en un hotel para unas semanas; los vietnamitas alquilaron una casa para dos años. El detalle puede parecer sin importancia, pero denota una noción del tiempo muy diferente. Creo que no tengo que recordar quién era la nación más poderosa en esa guerra y cuál fue la que, sin embargo, emergió como vencedora. Pues bien, los chinos poseen esa virtud a la hora de manejar el tiempo de manera más sobresaliente si cabe que los vietnamitas. Los gobernantes de Occidente pueden verse mediatizados por el pensamiento de las siguientes elecciones –en España, hemos tenido una media de casi tres convocatorias electorales al año desde el referéndum de reforma política de 1976 –, pero los chinos se han esforzado conscientemente por evitar semejante servidumbre. La política de China es concebida a largo, larguísimo plazo y no por intereses de partido o llamamientos a las urnas sino pensando en lo que se considera mejor para la nación. No deja de ser significativo que los dirigentes más importantes en el organigrama político cuenten, de manera casi automática, con dos mandatos de una década; que los planes se realicen pensando en márgenes temporales que cubren generaciones o que los objetivos que se pretenden cubrir tengan como término el espacio de medio siglo o incluso más. En estos momentos, por ejemplo, uno de los plazos clave para el futuro es el año 2049, es decir, el centenario del triunfo de la Revolución china. Piénsese en lo que queda para el aniversario y se comprenderá siquiera en parte nuestra diferencia frente al reloj. Una visión del tiempo como la de China permite, por ejemplo, contar con un sistema educativo no sujeto a veleidades y basado en el mérito; articular una política económica que no deriva de los «lobbies» extranjeros – milagro sería que los transgénicos se lleguen a cultivar en China – y sentar las bases de un sistema de infraestructuras que no deriva de las ilusiones del cacique local, sino de una estrategia más que bien perfilada. Quizá sean los chinos los equivocados y, ciertamente, el «ir tirando», el «aquí te pillo y aquí te mato» y el «deprisa, deprisa» resulten las soluciones ideales. Quizá. Pero ellos están sembrando ahora la cosecha que recogerán sus nietos mientras que no es nada seguro que nosotros recibamos pensiones cuando seamos ancianos.
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