Lucas Haurie

Susana «sine die», pero seguro

La Razón
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En el PSOE andaluz reina la satisfacción. Después de mil vueltas, se cumplirá el calendario que Susana Díaz diseñó en enero para su propia entronización como lideresa del socialismo nacional: repetición de elecciones con Pedro Sánchez de candidato, abocado al fracaso, y asalto a Ferraz cuando la legislatura, probablemente corta, esté en marcha. La presidenta de la Junta quiere seguir siéndolo, pues su pacto con Ciudadanos le garantiza tres años de una cuota de poder institucional que ningún compañero de partido ostenta, o sea, la mejor forma de perfilarse como candidata a La Moncloa: mandando con un Gobierno estable sobre la comunidad más poblada del país.

El aplazamiento «sine die» del congreso en el que Díaz planea ser investida, sin pugna en primarias, secretaria general del PSOE llega días después de que dos de sus lugartenientes, Juan Cornejo y Antonio Pradas, exigiesen anteponer los tiempos institucionales a los orgánicos, es decir, no mezclar las churras de unas elecciones que ya se entrevén, pese a los esfuerzos pactantes de Sánchez, con las merinas de una lid partidaria. Rechazada la investidura que respaldaba C’s, la segura negativa de los veintidós diputados socialistas andaluces a las condiciones que exige Podemos aboca a una nueva disolución de las Cortes.

Desde el 21 de diciembre, en vista de los pobres resultados obtenidos la víspera, las fuerzas vivas del PSOE espolean a Díaz para que lidere al maltrecho partido. Sin embargo, no contaban con la férrea resistencia de Sánchez, cuya agilidad al postularse de inmediato como candidato a su propia sucesión desconcertó a la presidenta andaluza. Durante dos meses, al calor de la popularidad que le granjeó su frenético movimiento en pos de la investidura, el secretario general marcó los tiempos mientras ella aguardaba pacientemente su momento. De vez en cuando, acaso para recordar que seguía ahí, mandaba a un heraldo con un recado amenazante o filtraba un plan a modo de globo sonda. Pero, consciente de su superioridad en el cuerpo a cuerpo, jamás se planteó concurrir a la batalla campal que suponen unas primarias.

A mediados de febrero, una fuente del PSOE-A relataba a LA RAZÓN que Pedro Sánchez «se ha ganado ser candidato si se repiten las elecciones», que traducido resultaba: «Que se coma el marrón». Achicharrado por dos derrotas y tras haber horadado el ominoso suelo de Rubalcaba en 2011, el secretario general será un guiñapo en julio, cuando la vieja guardia y los barones regionales más relevantes (los que gobiernan en Aragón, Valencia, Asturias o Extremadura, verbigracia) acudirán en procesión a Sevilla para cargar en parihuelas a la salvadora del partido. Hace una semana, lo anunciaba en este periódico otro destacado socialista. «Cuando llegue su momento de ser secretaria general, lo será por aclamación».

Así, Susana Díaz encarará la próxima campaña en clave personal porque sabe que un buen resultado en Andalucía, en un escenario general que se antoja catastrófico para el PSOE, será su mejor aval para liderar la reconquista. Su plan, desde hace tres años, consiste en ostentar el poder interno cuando le toque gobernar a la pata izquierda del viejo bipartidismo, y de sus cálculos jamás ha desaparecido la certeza de que habrá una segunda legislatura, más larga o más corta, de Rajoy en La Moncloa. Justo el tiempo que necesita para robustecer su imagen de mujer de Estado mientras, como dijo un colaborador directo suyo al día siguiente de las elecciones, «se pasa el sarampión de Podemos».