Restringido

Suspenso

La Razón
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Dice Sabina, ese genial bardo de barrio que canta y pinta: «No me gusta que cada cuarenta años se reproduzcan las dos Españas: los buenos y los malos, los azules y los rojos». No es extraño que un tipo como él, que capta como pocos el sentir de la calle, se muestre indignado y estupefacto ante el espectáculo que están dando los políticos. No es el único que ve en la actual confrontación derecha-izquierda, con vetos, desprecios y descalificaciones y con claros indicios de revancha histórica hasta en los monumentos y el nombre de las calles, la reproducción de la dialéctica cainita de las dos Españas. Al encabronamiento del ambiente nacional está contribuyendo decisivamente el candidato socialista encargado por el Rey de formar Gobierno. Felipe VI se ha visto en el primer compromiso serio de su incipiente reinado y ha salido del paso como ha podido. Veremos con qué resultados. Para una gran mayoría del pueblo Pedro Sánchez quedó descalificado para gobernar la noche que insultó gravemente al presidente del Gobierno y candidato popular en televisión.

El día 20 de diciembre el pueblo no quería a Sánchez como presidente. El socialista recibió un suspenso claro en las urnas. Cosechó el peor resultado histórico del PSOE, especialmente en Madrid, por donde se presentaba. Compareció en el despacho del Rey cuarenta días después sin haber hecho los deberes, o sea, sin los apoyos necesarios para la investidura, que ahora busca a calzón quitado y sin tiempo. A juzgar por el último sondeo del CIS, hecho público ayer mismo, el tal Sánchez sigue recibiendo un rotundo suspenso, un 3,75, por el electorado y la fuerza política que representa se ve sobrepasada por Podemos, su adversario natural en la izquierda, con el que quiere pactar a toda costa, diluyendo o disimulando las líneas rojas. Los pesos pesados del partido no aprueban su gestión. Están que trinan. Piensan que el desaforado afán de poder de este hombre está poniendo en peligro la misma pervivencia del partido centenario. Lo más grave de todo es que se presenta como reformista sabiendo que no puede dar un paso en la reforma sin contar con el Partido Popular al que repudia y que sigue siendo hoy con mucho, según el CIS, la fuerza más votada. Un despropósito más en la no enterrada guerra de rojos y azules, que él alienta cuarenta años después.