Restringido
Tarjeta Roja
Lo que preludiaban las encuestas electorales empezó a tomar carta de naturaleza a las ocho de la tarde cuando el sondeo a pie de urna encargado por TV3 señalaba que Unió no alcanzaba el mínimo requerido para obtener representación en el Parlamento de Cataluña. Los electores nacionalistas le han sacado la tarjeta roja, le han expulsado de momento y, seguramente, le han puesto en el borde del sumidero de la historia. De nada valdrán sus más de ocho décadas de trayectoria política en las que transitó desde el carlismo hacia la democracia cristiana y de ahí, al nacionalismo confederalista. Porque las urnas son inapelables.
Los dos últimos años han sido un calvario para Unió. El partido experimentó un fuerte descrédito por el «caso Pallerols», cuando reconoció haber estado implicado en el robo de los fondos que la Unión Europea destinaba a los parados. Luego vino el desencuentro con Convergencia, porque su líder desconfiaba de la deriva independentista, y finalmente la ruptura. Unió era ya un partido arrasado por la ruina económica y el abandono de una buena parte de sus cuadros y militantes.
Ahora llega a la nada. Porque la nada no son sólo los escaños negados por los votantes, sino también el vaciamiento ideológico, el discurso incomprensible. En una Cataluña que se ha radicalizado en el independentismo, en la que la Generalitat se ha vuelto contra el Estado y en la que se propugna la insurrección por la vía de los hechos, la apelación al «seny», como con toda su carga de ambigüedad ha pretendido Unió, ya no tiene sitio en el campo nacionalista. Ahora se abre el tiempo de la confrontación y en él los tibios, sea cual sea su terreno, no son bienvenidos.
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