Alfonso Ussía

Televisión sedante

La Razón
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Me entretengo con los canales temáticos de caza, pesca y naturaleza. Asumido el sumario de los informativos, busco el campo, los desiertos y las selvas. El interés por la caza o la pesca en el mar se desvanece con los galgos, la perdiz con reclamo y la pesca buenista de truchas con mosca, que siempre es igual. Lo mismo me sucede con el canal de National Geographic cuando surgen las serpientes. Ante un ofidio, soy muy capaz de saltar a Bob Esponja, Calamardo, Patricio y el malvado Plancton. Y entre los dos canales de caza y pesca, procuro sintonizar con el original y pionero de Juan Delibes. El otro, «Iberalia», no está mal siempre que no aparezca su propietario, que habla mucho y se carcajea cuando dispara con tino y abate a un animal. Un cazador siempre celebra un buen lance, pero lo hace con respeto y educación, y no como si le hubieran contado un chiste de Chiquito de la Calzada. Juan Delibes, al contrario, es cazador, pescador y naturalista, lleva la literatura en las venas y jamás desorienta al buen gusto y la medida.

Caza y naturaleza van de la mano. Gracias a estos canales, abrimos los ojos a la maravilla natural de España. Son también numerosos los reportajes filmados en los rincones más exóticos, vegetales y desoladores del mundo. La pesca es otro negociado. El río que baja rompiente, el pescador que lanza la mosca, la trucha que se traga el anzuelo, la lucha breve y el desdichado pez que es devuelto a las aguas con la boca hecha puré. Previamente el pescador la muestra a la pantalla, elogia su belleza, y ya en su casa, se sienta ante un chisme extrañísimo y nos enseña a crear una mosca, con plumas de gallo de León, esponjilla y demás detalles. Es entonces cuando cambio de canal y me encuentro que también en el otro, un señor muy serio está confeccionando otra mosca similar. Y pulso el mando en pos del canal de Historia o de National Geographic con el ánimo desmayado.

Juan Delibes, cuando protagoniza el trabajo, habla lo justo y narra con talento lo que el espectador ignora. El protagonista es el cazador y la pieza a abatir. En el otro, el protagonista es el dueño del canal, y nos larga unos interminables sermones susurrantes y susurrados que duermen a un pulpo con ilusiones de fundar una familia. A un pulpo con ilusiones de fundar una familia no hay quien lo duerma, pero se dan excepciones. No obstante, también en este canal se ofrecen reportajes espectaculares y didácticos. Son, por otra parte, canales valientes por cuanto la caza y la pesca están siendo injustamente condenadas por el buenismo animalista. Sin buenos cazadores y buenos pescadores, España no sería hoy uno de los destinos cinegéticos más deseados del mundo.

Sierras, dehesas, venados, jabalíes, gamos, muflones, machos monteses, perdices, tórtolas, anátidas y perros. Espectaculares lances de montería en España y Portugal, que entre encinas y alcornoques somos lo mismo, por fortuna. Castilla y Andalucía, el corzo y la perdiz brava. Las heroicas batidas de cochinos de las cuadrillas norteñas de Asturias y Cantabria, con sus sabuesos indomables. La ronda arriesgada del gran rehalero Perico Castejón, en las noches de media luna. El atún y el gran merlín. Y los recechos en Francia, Hungría, Austria y Turquía. Canales sedantes y de avanzadísima pulcritud y belleza en su producción.

Quizá sería recomendable más imagen y menos palabra, más atún y menos trucha, más calamar y menos carpa o peces de pantano, que son aburridísimos. Valientes imágenes monteras. Y una muy limitada atención a la perdiz con reclamo, infame especialidad que me ha reconciliado con Bob Esponja.

Admirables canales en tiempos complicados.