Cristina López Schlichting
Teutones
Lo peor de la Unión Europea es tener que volverse alemán, y eso que llevo ventaja por lo de mi madre. Nadie nos dijo que había que ahorrar, organizarse y hasta beber como un teutón. Pues aquí nos tienen, obsesionados por la prima de riesgo, dispuestos a vivir para trabajar y con la siesta en franca decadencia. Frente a la previsión del germano, la gran ventaja del español era su capacidad de improvisar. Durante mi etapa de estudio en Bonn, los jefes de coro nos obligaban a empezar los ensayos de los villancicos ¡en septiembre! Angustia me daba lo del «O Tannenbaum» a tres meses vista y, cada vez que me quejaba, me soltaban aquello de «así os va a los españoles, por improvisar». ¡Pues llegó la Navidad y quedó todo peor que si uno de nosotros hubiese echado mano de guitarra y pandereta sobre la marcha! Cuando salíamos de farra, uno de los teutones se abstenía por completo de beber y, cuando todos bebíamos, se volvía en bicicleta. Ahora los de tráfico quieren hacernos alemanes. Una parte de la decisión será afán recaudatorio, porque están sangrándonos como a cochinillos, pero la otra es la nueva filosofía continental. Nada de confiar en los reflejos después de una cervecita: abstinencia y prevención. Puede que sea mejor para evitar accidentes ¡pero qué difícil mudar de cultura! Cruzo los dedos para que no nos hagan ensayar «La Marimorena» en otoño. Y exijo que a ellos les den clases de flexibilidad, alegría y buen gusto. Por ejemplo.
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