Julián Redondo

Tintín o Limónov

En el segundo tiempo de Vallecas, los delanteros del Atlético no recibieron ni una pelota en condiciones. Sandías en lugar de balones. Naufragó el centro del campo y se ahogaron los puntas, en parte autodestruidos. Simeone, mezcla del idealista Tintín y del nihilista Limónov, ejerció de entrenador desde las alturas y cambió a Mandzukic –que falló un par de goles en el primer tiempo–, Raúl Jiménez y Griezmann –62,5 millones han costado entre los tres– por dos canteranos, Saúl y Héctor, y Cebolla Rodríguez, que tiene pie y medio en la calle. No tocó la línea de creación, o de flotación, donde Gabi y Koke hacían aguas, aunque pudo recurrir a Tiago. Todo lo cual cabe interpretarlo como un desafío al club, naturalmente, para que espabile con el par de refuerzos que reclama, un centrocampista y otro punta. No se concibe, si no, que el Atlético se rindiera al Rayo en el segundo tiempo y no fuera ni la sombra del equipo que a base de coraje e intensidad reventó al Madrid el «sextete».

Antes de que el Atlético mostrara su peor versión frente a un equipo completamente renovado sin gastar un céntimo, el Madrid fue zarandeado en algunos pasajes de su encuentro por el Córdoba. Pero ganó, que es lo que importa; mas no convenció, que es lo que preocupa, y un sector del público señaló a Casillas y Arbeloa, enemigos íntimos, como si fueran los culpables del desbarajuste. El defensa acusa inactividad, porque le ha adelantado Carvajal, e Iker está como para tumbarse en el diván. Atajar los saques de esquina nunca fue su fuerte, pero es que ahora tiembla en cada córner y esa inseguridad le corroe. Mientras Casillas se centra, el club busca un delantero y a Falcao los ojos le hacen chiribitas.