Alfonso Ussía

«Tombe la neige»

«Tombe la neige»
«Tombe la neige»larazon

En mis tiempos de niño, en Madrid nevaba mucho más que ahora. La nieve sobre Madrid me trae recuerdos de la infancia, lo cual es bastante de agradecer. Y en mi juventud me enamoré de muchas bellezas despampanantes mientras bailaba con ellas la canción de Adamo «Tombe la neige». Adamo, como muchos cantantes franceses es belga, empezando por Jacques Brel, autor de «Ne me quittes pas», balada melancólica con sobrada capacidad para enamorar a una morsa de un canguro. «La nieve cae en copos,/sus rosas transparentes cristaliza», que escribió Rubén Darío, uno de los más grandes y más cursis de los poetas nacidos de madre.Claro, que nuestro Gustavo Adolfo no le iba a la zaga: «Qué hermoso es cuando en copos/ la blanca nieve silenciosa cae». A uno y otro le gustaban los copos.

Lo cierto es que la nieve en una ciudad es un tostón. La nieve para las montañas, que allí queda preciosa, blanqueando crestas, cuerdas y cumbres. Los servicios de Traumatología de los hospitales madrileños rebosan de doloridos y fracturados viandantes cuando sobre Madrid cae una nevada de diez centímetros. El madrileño no está hecho para la nieve, aunque se den excepciones clamorosas y muy de moda, por otra parte. Pero la nieve de hoy se me ha antojado oportunísima, y no por el refrán «año de nieves, año de bienes», sino por su afán metafórico en recordarnos la paliza que el Real Madrid le dio al «Barça» en su estadio en la semifinal de la Copa del Rey. Entiendo que lo que escribo puede causar daño irreparable en muchas sensibilidades, y de ahí la elección de Adamo, Rubén, Gustavo Adolfo y el Refranero para endulzar, mediante la literatura y las baladas, la amargura secesionista. Se lo advertí cuando disputaron el partido de Liga de la primera vuelta. Renuncien al mosaico, que no sirve para nada y resulta harto ridículo colaborar en su exhibición. Y los gritos de «Independencia» en el minuto 17,41 son muy negativos, por cuanto, incomprensiblemente, hay millones de españoles que no son catalanes, ni separatistas, ni nacionalistas, ni antitaurinos que adoran y sostienen con fervor al Fútbol Club Barcelona, club grandioso que ha superado todas las fronteras excepto las de su aldea, y cuyos aficionados más fanáticos entonan emocionados las cifras de un bucle melancólico, como escribiría Juaristi. El fútbol no es más que fútbol, y el del «Barça» es buenísimo, pero llevarlo más allá de sus simples límites es una equivocación. Lean, lean lo que escribió nada más y nada menos que don Guillermo Shakespeare acerca de la nieve: «Casta como un carámbano, cuajado por el rocío de la nieve más pura, colgado del tiempo de Diana»... Efectivamente, no viene a cuento este hermoso párrafo en el presente escrito, pero nadie podrá poner en duda la calidad literaria de su autor.

Ha nevado en Madrid y la noche previa en Barcelona. Aquí ha sido recibida la nieve con alegría y jolgorio, especialmente por parte de los traumatólogos. En Barcelona, los beneficiados han sido los psicólogos y los psiquiatras, porque allí se toman estas cosas del fútbol demasiado en serio, y les duran las alegrías y las penas días, semanas y hasta meses. Además, que el Rey va a ser intervenido quirúrgicamente de nuevo, y presidirá la final de su Copa en pleno postoperatorio, y no merece su esfuerzo el disgusto de oír, provenientes de algunos miles de groseros, insultos y abucheos al Himno Nacional, a su persona y a lo que representa, porque la afición que está a la espera de acompañar a la madridista, es la atlética o la sevillana. Así que «Tombe la neige», cada uno para sí, y Dios para todos.