Martín Prieto

Tótem y Tabú

La Razón
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Cuando un sector social pretende una independencia ilegal, haciendo soberana su voluntad con menosprecio de la de los demás, y ve natural que se abracen la derecha más corrupta de España con puristas republicanos que parecen haber nacido ayer, y se cuente como último cartucho con unos antisistema que quieren irse de Europa como hijos de la violencia política de Terra Lliure, es que ese segmento social necesita tumbarse en el diván del psicoanalista. Lo que faltaba para erigir el Tótem del nacionalismo catalán humillado y ofendido es la imputación a Artur Mas por aquel referéndum de juguete del que ya nadie se acordaba y en el que se votó por varios días y se encargó el conteo a profesionales de cartas marcadas. Aun rechazándole por corrompido, los pitecantropus semierectus de la CUP podrían sostener al abrasado Mas como víctima de la intolerancia madrileña. Más de una vez la Justicia ha elevado a un villano a la categoría de mártir, como hay quien tiene por sacrificado a Casanova, jefe de las tropas barcelonesas durante la Guerra de Sucesión. Ortega afirmaba que el «problema catalán» no tenía solución, y habríamos de acostumbrarnos a vivir con él. Y Azaña creyó que con el Estatuto ganaría la fe de quienes acabarían traicionando a la República como Lluis Companys. Lo que nos pasa (también Ortega) es que no sabemos lo que nos pasa; y eso es lo que nos pasa. Un problema, que esencialmente es un malentendido histórico, y que permanece candente desde 1.714, exige psicoanálisis para su comprensión porque es totémico. Que Cataluña es una vieja nación independiente con lengua y leyes propias capturada y sometida por Castilla, o por Aragón, o La Rioja, vaya usted a saber por que resto de España, que poco importa. Lo que importa es el agravio que pervive por siglos aunque haya que celebrar una derrota en la Diada y olvidar que Casanova combatió a los Borbones por una España de los Austrias.

El tabú es constitucional. Las constituciones no son el código de la circulación y las mejores duran siglos. La nuestra del 78 admite enmiendas, pero Podemos y el independentismo catalán aspiran a su demolición, con cambio de régimen. Si no logran la República, confían al menos en que Pedro Sánchez continúe con su federalismo de manual sin saber qué hacer con el foralismo vasco. E ignorando que los gobiernos federales son más fuertes que los de régimen autonómico. La mitad de Cataluña no se va a dejar federar.