Cristina López Schlichting
Tráfico infantil
¿Adónde va la gente que desaparece? Más de un millón cae cada año en manos de las mafias de tráfico de menores según datos de la ONU. En el Tercer Mundo es relativamente fácil comprar un crío. Nadie pregunta si quieres prostituirlo o adoptarlo, ni te aclara si los padres lo han donado o simplemente se les ha robado. Cientos de miles de progenitores vagan por las comisarías y los negociados internacionales buscando a un hijo que muy rara vez aparece. El prestigioso forense español José Antonio Lorente decidió en su momento poner su granito de arena para luchar contra esta lacra y creó el proyecto DNA Prokids. La organización coteja el ADN de los menores que la Policía encuentra en calles u orfanatos con los de los padres que buscan. Los resultados son sorprendentes: Lorente ha recogido 4.600 muestras aproximadamente y ha obtenido más de 600 identificaciones positivas, señal de que se puede hacer mucho más de lo que se hace, al menos en países en desarrollo. Es fácil imaginar la angustia de la búsqueda y difícil reconstruir la emoción de un reencuentro que a menudo se produce años después del secuestro. Hay niños que han pasado años mendigando, al servicio de una mafia, o niñas que sólo son «liberadas» cuando superan la mayoría de edad y se hacen menos interesantes para la prostitución. La experiencia demuestra -y hace poco lo comprobamos en el caso Publio Cordón- que muchas veces las cosas no son lo que parecen.
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