Restringido

Tratado de 1795 entre España y EEUU

Los plenipotenciarios Diego de Gardoqui y John Jay mantuvieron conversaciones durante todo el invierno de 1785-1786 sin conseguir alcanzar un pacto. Ambos disponían, en sus respectivas instrucciones, recursos para llegar a acuerdos constructivos, aunque también debían tener en cuenta barreras infranqueables que no podían, en ningún caso, olvidar. Los dos tenían prisa por conseguir un arreglo por distintas razones importantes de conocer, pues de ellas derivan peculiaridades características, especiales de cada lado. La preocupación de Jay se centraba en las peticiones de los cincuenta mil colonos que vivían en las orillas de los ríos Mississippi y Ohio, que urgían y presionaban para que se abriese la libertad de navegación. El propio general Washington escribió a Gardoqui a través de Jay indicándole que esa clase de gentes no se subordinaba a la «ley y el buen gobierno» ni tampoco querían privarse del «goce de sus utilidades naturales», por lo que era posible que surgiesen «consecuencias desagradables». Para evitarlo, se presionaba y urgía a Gardoqui.

Éste, por su parte, testigo de que un distrito del Estado de Virginia, denominado Kentucky, pedía la separación de Virginia para constituir un Estado nuevo e independiente, lo cual, si se cumplía, haría más difícil impedir su acceso al río, quiso evitar el aumento de la presión social del Oeste sobre la frontera del Suroeste. Gardoqui planteó varias propuestas hasta llegar a un punto de acuerdo para firmar un tratado de comercio y alianza, tratando exclusivamente con España y renunciando, por el momento, a la navegación del Mississippi. Se presentó el proyecto al Congreso el mes de mayo de 1786. En agosto compareció Jay ante el mismo, explicando la negociación entre ambos plenipotenciarios. Los Estados del Oeste y del Sur consideraron insoportable la renuncia durante un cuarto de siglo a la navegación. El delegado de Carolina del Sur, Charles Pinckney, atacó a Jay y la propuesta española. El debate, que duró todo el verano de 1786, terminó con una votación de siete contra cinco a favor de la anulación de las primeras instrucciones de Jay. Al ser necesarios nueve votos para ratificar cualquier tratado, no fue aprobado.

Todavía Gardoqui, en una labor diplomática excepcional trató de conseguir el acuerdo. Persuadió a Jay para la aceptación de una fórmula secreta para el Mississippi, así como un acuerdo de fronteras. Del mismo modo, Floridablanca envió un tratado aceptable para España, que llegó a manos de Gardoqui a finales de noviembre de 1786. El tiempo constitucional se agotaba, el Congreso Continental cumplía sus últimos días y, ya agonizante, resolvió no continuar las negociaciones con España y que se remitiese al Gobierno Federal, que «había de reunirse próximamente» según puede leerse en el Secret Journals of Congress. Gardoqui informó a Floridablanca (4 de marzo de 1789) que estaba convencido de la imposibilidad de llegar a un tratado con Estados Unidos y decidió regresar a España en octubre. Sus cuatro años de gestión se perdieron inútilmente, quedando sus auxiliares, Jáudenes y Viar, como encargados de negocios y de la correspondencia entre España y Estados Unidos.

Al fallecer Carlos III en 1788 subió al trono su hijo Carlos IV, permaneciendo Floridablanca como Ministro de Estado hasta el 27 de febrero de 1792 en que el Rey dispuso que «por convenir a mi servicio he resuelto separar del Ministerio de Estado al Conde de Floridablanca...». Al día siguiente fue nombrado el Conde de Aranda, sustituido al poco tiempo por el recién nombrado Duque de Alcudia, Manuel Godoy, «por la confianza que me merece», desempeñando el cargo hasta 1808, días antes de la abdicación de Carlos IV en su hijo Fernando VII.

En condiciones políticas ciertamente críticas para las relaciones comerciales entre España y Estados Unidos, Jáudenes expresaba a Godoy su profundo pesar por la demora del tratado, remitiéndole éste las bases para su firma que, en el momento histórico de 1795, se llevaron precipitadamente, abriéndose el Mississippi a la libre navegación. Además se cedió en todo lo relativo a límites con las posesiones españolas en América del Norte. La errática política de Godoy respecto a la Francia revolucionaria produjo graves consecuencias para España. Las negociaciones definitivas para el tratado se hicieron de forma oral y secreta. Estados Unidos despachó a Thomas Pinckney como plenipotenciario, quien trató personalmente con Godoy y en dos meses se firmó en San Lorenzo el Real el Tratado de Amistad, Límites, Comercio y Navegación. El único testimonio que sobre él se conserva lo da Godoy en sus Memorias: «... fue firmado por mí mismo y por el ciudadano Thomas Pinckney sin más personas intermedias, y tenido con gran secreto casi un año». España perdió una arteria fluvial de extraordinario valor comercial y estratégico en América, mientras Estados Unidos recibió el Tratado como un extraordinario triunfo.