Irene Villa

Un mínimo de respeto

La Razón
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Cada vez se extiende más el pensamiento polarizado (y por lo tanto irracional), patológico y peligroso de: estás conmigo o estás contra mí. Y todo porque hay quien no entiende que también existen personas (creo que afortunadamente una gran parte de la sociedad) que vivimos al margen del yugo de los intereses partidistas. Cada vez están radicalizándose más las posturas y uno se ve obligado a estar, necesariamente, en un bando o en el otro. Como si en las trincheras tuviéramos que parapetarnos y desde ahí hacer todos los juicios de valor, cuanto más extremos, mejor. Pues que sepan que esto en psicología tiene tratamiento porque se trata de un trastorno de la personalidad que impide ver la realidad y resulta un gran hándicap en lo que a las imperiosas habilidades sociales se refiere. Para quienes nuestra única bandera es el sentido común y nuestra causa fundamental, la defensa de los derechos humanos, no existen fundamentalismos ni partidismos. Por ello pedimos lo mismo: un mínimo de respeto y sentido común antes de valorar erróneamente una opinión. Sé que es difícil mantener cierta objetividad cuando las vísceras nos poseen, pero todo en esta vida es alcanzable y mejorable. Y francamente, no creo que sea tan difícil cuando lo único que requiere es apertura de miras.

Amo el progreso, los cambios (de hecho tuve que adaptarme a la realidad más inesperada), pero lo que no compartiré jamás es la intolerancia, el sectarismo, el ataque a las tradiciones y la falta de respeto. Sí, en este reprobable grupo también están quienes, movidos por la avaricia y la ambición desenfrenada, vaciaron arcas de todos en beneficio propio. Un beneficio que más que una recompensa lo que lleva consigo es una condena, porque desemboca en una carga para toda la vida y por supuesto en la cárcel. Tenemos la suerte de que la globalización nos obliga a ejercitar valores tan esenciales como el respeto porque convivimos diferentes culturas, razas y religiones. Lo que resulta inconcebible es menospreciarlas o someterlas a intereses económicos o políticos.