Política

Francisco Marhuenda

Un momento histórico

Un momento histórico
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En muchos casos se abusa del término «momento» o «acontecimiento histórico». En este caso, lo es con todo el significado en el fondo y en la forma. Don Juan Carlos, uno de los grandes reyes de la Historia de España, firmaba a las 18:13 horas la ley orgánica que hizo efectiva a la medianoche su abdicación al trono. Fue en una solemne ceremonia celebrada en el Salón de Columnas del Palacio Real. Lo hizo ante su hijo, que hoy ya es Felipe VI, y ante los representantes de las instituciones del Estado. Eran el marco y la solemnidad que se merece un acto histórico de esta relevancia. No he compartido otros aspectos de este proceso y hubiera preferido esta misma solemnidad en el resto de actos, siguiendo el modelo de otras monarquías, alguna con menos tradición e historia que la española. Hoy comienza una nueva etapa que mantendrá aspectos de continuidad, como es lógico en una Monarquía constitucional en la que el Rey no ostenta el Poder Ejecutivo, pero también de cambios porque son tiempos nuevos.

Don Juan Carlos ha sido un extraordinario jefe del Estado sin necesidad de exagerar porque el balance es ahora un terreno más propio de los historiadores. No necesita ni hagiógrafos ni cortesanos, aunque quizá sí algún buen biógrafo que profundice en los diversos aspectos de una personalidad compleja y atractiva. No es fácil encontrar una figura con una trayectoria tan apasionante que vivió periodos tan diferentes y protagonizó el proceso de transición de una dictadura a la democracia. Un jefe del Estado que renunció voluntariamente a cualquier atisbo de Poder Ejecutivo porque sabía que la Monarquía tenía que estar al margen de cualquier conflicto partidista. Es lo que ha permitido que grandes naciones sigan siendo monarquías, porque el papel del Rey tiene que estar al margen de las legítimas luchas entre los partidos políticos y debe ejercer esta alta magistratura sabiendo los ciudadanos que es absolutamente independiente. Esto explica las especiales características de inviolabilidad e irresponsabilidad, porque sus actos son refrendados por el Gobierno, que es quien ostenta el Poder Ejecutivo. Cualquier otra opción hubiera sido un error y Don Juan Carlos era muy consciente de ello.

La ceremonia, lógicamente sobria, fue muy emocionante, como se podía ver en el rostro del Rey. Tres generaciones de la Familia Real estaban presentes. Don Juan Carlos era consciente, una vez más, de la necesidad de abrir un tiempo nuevo para la Monarquía, porque Felipe VI podrá ejercer el cargo con la fuerza y el vigor de su edad. La Jefatura del Estado tiene un ritmo de trabajo más intenso de lo que algunos podrían imaginar, pero también es bueno que la edad del Monarca sea similar a la media de la población laboral. Ahora se abre un reinado que durará hasta que tenga una edad como la de Don Juan Carlos.

Los españoles tenemos que estar agradecidos a la actividad pública del padre del Rey a lo largo de su vida. Desde que llegó a España hasta ayer ha sido, y por supuesto seguirá siendo, un gran patriota que ha puesto el servicio público por delante de cualquier otra consideración. No es perfecto, porque nadie lo es, pero el balance de sus aciertos eclipsa cualquier fallo que haya tenido. Es bueno recordar en esta despedida que le tenemos que reconocer su papel en la Transición, que por supuesto no desempeñó solo, pero que sin lugar a dudas impulsó con decisión y firmeza, así como la labor en el resto del reinado. Estoy convencido de que su popularidad irá aumentando porque, además, su labor como Rey Juan Carlos será tan ejemplar como lo ha sido como Juan Carlos I, Rey de España. Tanto él como la Reina Sofía seguirán estando presentes, aunque sea en otro plano. Han sido personas volcadas en los temas sociales, culturales e internacionales. Ahora lescorresponde el protagonismo a los Reyes Don Felipe VI y Doña Letizia. He tenido la oportunidad de conocerlos, como tanta otra gente, y no creo que la Jefatura del Estado pudiera estar en mejores manos.