Restringido
Un pasito pa’lante
No puedo menos que calificar de desconcertantes las novedades que ha producido el Gobierno en las últimas horas. Hace un par de días amanecieron las portadas recogiendo la información filtrada desde el Gobierno en la que se anunciaba que los funcionarios recuperarían parte del poder adquisitivo perdido durante la crisis. Horas después comparecía un portavoz para rectificar.
Probablemente haya quien piense que no tienen excesiva importancia los anuncios y contraanuncios porque en unos días la actualidad informativa siempre se impone y relega estos percances al olvido. Sin embargo, mi opinión es que estas cosas son las que hacen un daño tremendo a la política en general. Se ha hablado y se ha escrito mucho sobre la desafección de los ciudadanos hacia la política, por los casos de corrupción, por la ley electoral, por muchas razones. Pero quizá se ha incidido poco sobre la que considero que es la causa principal: la frustración por las expectativas no cumplidas. Cuando se tienen expectativas elevadas sobre lo que puede resolver la política y luego no hace, se genera frustración.
Algunas expectativas son injustificadas. Un buen amigo, diputado a Cortes, en plena campaña electoral de 2008 tomó un taxi y entabló conversación con el taxista, que se confesó abstencionista. Su argumento era sorprendente: «Vote al que vote, al día siguiente tendré que madrugar para seguir trabajando». Esperar no madrugar con algún Gobierno es una expectativa irreal sobre lo que puede ofrecer la política.
Pero hay otras categorías más sólidas y sensatas. La crisis no sólo ha generado paro y estancamiento económico. Ha frustrado expectativas de vida de millones de personas. Las ha golpeado de tal manera que se ha ido por el desagüe toda su planificación de vida para el futuro. Para estas personas, la política es responsable de su situación, porque no sólo no ha sido capaz de mejorar sus expectativas sino que ha hundido las que tenían. Luego hay expectativas que se generan de manera improvisada. Es el caso de lo que hizo el Gobierno. Hay más ejemplos: en 2010, el Gobierno anunció que la crisis la pagarían quienes la generaron; se creó una expectativa de justicia que se truncó cuando la acción fue subir el IVA, socializando de esta manera la responsabilidad y la carga. La intención de voto de mi partido cayó varios puntos.
La sindéresis es la capacidad natural para juzgar adecuadamente una circunstancia. Es uno de los atributos de los que carece la política española. La relación de los dirigentes con los ciudadanos se realiza a través de los medios. La tendencia de los políticos es ganarse la aprobación de los periodistas olvidando que quien debe ser el objetivo es el ciudadano.
La política se ha convertido en una suerte de rueda que hay que mantener a golpes de titular, aunque el precio sea la coherencia. Pero el mayor precio que paga esta construcción es la desafección, la frustración y la infelicidad de las personas. No deberían preocuparse tanto los líderes de lo que esperan los profesionales de la comunicación y centrarse más en lo que esperan y necesitan los ciudadanos. Con menos puestas en escena extravagantes, menos marketing, menos titulares y más contenidos y coherencia, quizá estaríamos todos a la altura de lo que merece la gente común, esa que tenía dibujada en el papel de las esperanzas cómo iba a ser su vida y, de repente, se ha desmoronado todo.
Y el sr. Rajoy debería saber que ya va siendo hora de que los funcionarios recuperen su poder adquisitivo, con menos portadas y más hechos.
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