Francisco Marhuenda
Un pastor
La primera impresión que produce el Papa Francisco es su sencillez. El acto de proclamación en la Plaza de San Pedro fue espectacular, emotivo y rompedor. No podía empezar mejor el Pontificado del cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio. Lo ha hecho con la sorpresa, porque no estaba en las quinielas. Una vez más, el Espíritu Santo se ha mostrado esquivo con los medios de comunicación y los vaticanólogos, porque nadie esperaba que ese jesuita sencillo y afable se convirtiera en el sucesor de Benedicto XVI. No ha sido por la falta de méritos o capacidad, sino porque nadie tenía información. Es cierto que la especulación alrededor de los nombres es un clásico de cualquier cónclave, pero la sorpresa de la designación demuestra, una vez más, que no se pueden aplicar criterios convencionales como si se tratara de una elección política. La trayectoria de Su Santidad es muy interesante porque también rompe moldes. La propia elección del nombre de Francisco para su Pontificado es una afirmación clara de esa vinculación a un santo maravilloso como San Francisco de Asís, pero también a dos santos muy importantes para la Compañía de Jesús como San Francisco Javier y San Francisco de Borja. No hay que olvidar que renunció a vivir en el Palacio Episcopal cuando fue nombrado arzobispo de Buenos Aires y que acostumbra a viajar en autobús. Sus responsabilidades pastorales al frente de una diócesis tan importante las ha compaginado con el cuidado de personas mayores por las noches. Es un soldado de Cristo, que es lo que siempre han sido los jesuitas. La trayectoria es fascinante. Las diferentes especulaciones han saltado por los aires y muestran la sensibilidad de los cardenales que se mueven guiados por servir a la Iglesia. Hispanoamérica representa casi la mitad del Catolicismo, pero sobre todo es un terreno donde es fundamental desarrollar un gran esfuerzo evangelizador. Es un gesto muy importante porque es el primer papa hispanoaméricano y su figura significará un importante impulso en esa zona fundamental para el futuro de la Iglesia. Los primeros gestos fueron entrañables. El primero fue recordar a su antecesor y rezar por él. No era un gesto protocolario, como tampoco lo fue esa apelación a los fieles para que rezaran por él y el guiño afectuoso a la diócesis romana. Ese aire de hombre bueno que contempla en silencio una Plaza de San Pedro abarrotadada mientras el mundo le contempla. Una gran sencillez de un hombre consciente de la enorme responsabilidad histórica que ha asumido al servicio de los demás. Lo hace cuando el gran reto es la Nueva Evangelización. La elección del nombre de Francisco es un gesto muy significativo. Tanto la ejemplar vida del santo de Asís como su condición de jesuita muestran cuál será su trayectoria al frente de la Iglesia: la sencillez de un Papa carismático y sorprendente.
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