José María Marco

Un peligroso izquierdista

La Razón
La RazónLa Razón

El ataque terrorista de Orlando ha devuelto a la campaña electoral norteamericana un sabor clásico: Trump ha atacado la hipocresía de la administración Obama, mientras que Clinton vuelve al control de la venta de armas de fuego. Esta rectificación no debería engañarnos. Y es que si se comparan las propuestas de los candidatos, las filiaciones ideológicas no son tan claras como estos últimos días, y algunos tópicos previos, nos inducen a pensar.

Con su retórica habitual, Trump ha dicho que el NAFTA, el tratado de libre comercio promocionado por Bill Clinton para los países norteamericanos, «ha destruido nuestro país». Como es lógico, se opone a cualquier nuevo tratado de libre comercio, como el TTIP, el futuro tratado entre Estados Unidos y la Unión Europea (es decir, lo que quede de ésta para entonces). La desconfianza hacia la competencia y el libre comercio son señas de identidad indiscutibles de la izquierda. En nuestro país, Trump se hermanaría con el compañero Pablo Iglesias. En la misma línea, aunque sin los complejos del «bro» español, está su nacionalismo proteccionista, que le lleva a querer levantar muros en las fronteras. Contra los inmigrantes, en su caso. Contra los productos de la competencia exterior, en el caso de Unidos Podemos.

Trump también se sitúa a la izquierda de Clinton en cuanto a la política exterior. No perdona a su rival ni su respaldo a la Guerra de Iraq en 2003, ni el que dio a la intervención de 2011 en Libia (que también apoyó él; pero cambiar de opinión es de izquierdas). Por lo fundamental, Trump ha explotado el cansancio de los norteamericanos con las aventuras exteriores. Aquí iría del bracete de Almodóvar y cía. Para aclarar las cosas, Estados Unidos debe dejar de pagar la defensa de los (muy) ricos socios europeos. Aquí hay discrepancias: a nuestra izquierda le fastidia que le recuerden su señoritismo. Un último elemento es el de la casta. Trump, como siempre, juega a lo grande. En su papel de «outsider», se permite insultar al «establishment» washingtoniano, pero también al capitalismo de Wall Street o «de amiguetes» (en este caso, Trump se inclinaría por Garicano y los amigos de Ciudadanos) y, por extensión, a las minorías superglobales y superricas, ajenas a los problemas de los americanos auténticos. Si por un casual es usted de izquierdas y norteamericano/a, su voto, descartado el bueno de Sanders, debería ir a Donald.