España

Un pensionista, un voto

La Razón
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Vaya por delante un dato de esos contantes y sonantes para ponernos en situación: Si en 2011 con la llegada de Rajoy a la Moncloa en plena crisis económica, con las cuentas del estado hechas zorros y la prima de riesgo flirteando con los 650 puntos se hubiera atendido por parte del nuevo presidente a los múltiples cantos para acogernos al rescate europeo o siendo más claros para ser directamente intervenidos por los «señores de negro», las pensiones en España –que ya venían de ser congeladas por el gobierno de «ZP»– podrían haber experimentado una reducción, así de «saque» de hasta un 20 por ciento. Eso hubiera supuesto como cualquiera podrá imaginar un verdadero y auténtico drama nacional tocando el hueso del mismísimo sistema en lo que afecta a los más vulnerables. Como esto no ocurrió pudo mantenerse –dentro por supuesto de la situación general de penuria– el poder adquisitivo de un colectivo que acabó convirtiéndose en sostén de las familias mucho más allá del simple hecho de llevar a los nietos al colegio.

Cabe recordar que los «señores de negro» no tienen preocupación alguna por que no se les vote en España, aquí no se presentan a las elecciones. Sencillamente actúan con frías cuentas y guarismos en mano. Prueba de ello fue tras ser intervenidos, la bajada de pensiones en Portugal y sobre todo en Grecia hasta un 40 por ciento, se pusieran como se pusieran los «Tsipras» y «Varoufakis», admirados ejemplos para sus equivalentes españoles de Podemos. No pretendo con esto romper lanza alguna en favor del gobierno del PP, probablemente otro también habría superado la prueba, pero sí recordar que, por encima de demagogias relativas a subidas puntuales, lo realmente sustancial es la salvaguarda del sistema o si prefieren, la garantía de que hijos y nietos de los actuales jubilados tendrán asegurada su pensión. Permítaseme un recordatorio como es el de la profunda reforma afrontada en Suecia en 2001 en esa misma dirección contrastando con el «parcheo» de nuestros sucesivos gobiernos, sobre todo porque no siempre la oposición de turno está por la labor de colegiar decisiones duras por necesarias que sean.

Los pensionistas que se manifiestan ni son niños ni ignoran una realidad que les hace preguntarse ante los datos de crecimiento económico ¿qué hay de lo mío? Pero cabe añadir que el aliento político situado tras sus pancartas, donde sopla preferentemente es con dirección a las próximas elecciones municipales.

Tal vez por eso el pacto de Toledo creado sustancialmente en su momento para repartir el «marrón» del realismo entre todos los partidos ahora renquee más que nunca. Mal asunto. Ganar cuatro votos puede resultar muy caro.