Una buena salida

Lo más probable es que los ciudadanos de Reino Unido decidan permanecer en la Unión Europea. Ha comenzado el proceso conducente a la votación final después de un largo tiempo de informaciones al respecto. Asistiremos, no obstante, a una realidad virtual, a lo anglosajón, en la que la duda se apoderará de nosotros y se pronunciarán todo tipo de reclamos para que, al final, tengamos la convicción, plenamente errónea eso sí, de que los británicos nos hacen un favor formando parte de las instituciones comunitarias. Nada más lejos de la realidad. Lo mejor que podría suceder es que, definitivamente, Reino Unido deje de formar parte de la Unión Europea e inicie, en solitario o con otros, el recorrido político y económico que libremente decidan los ciudadanos de la isla. Europa no precisa de más nacionalismos sino de cooperación y de mucha integración y lo más conveniente, en términos políticos y económicos, es que no se permitan diversos niveles o grados de integración en el seno de la Unión Europea. La soberanía no puede ser ni tan siquiera compartida y debe recaer en la instituciones supranacionales. Para la Unión Europea, sería una noticia excelente el abandono por parte de Reino Unido. Abriría las puertas a una plena integración liderada por los países continentales y se recuperaría muy buena parte del poder financiero que, en la actualidad, se encuentra en manos de los británicos. Todo iría a mejor si Reino Unido decidiese abandonar la Unión. Se produciría un despegue espectacular de la economía en los estados miembros y la integración política experimentaría un avance muy significativo. Más aún, sería posible construir, con certeza, una verdadera política social europea. Pero todo apunta a que los británicos quieren seguir formando parte de la Unión Europea. De lo que se trata es de continuar obteniendo beneficios manteniendo una posición ambigua. No hay nada dramático en el abandono por Reino Unido. Todo lo contrario. Europa se merece una oportunidad.