Reforma sanitaria
Una de listas
El tiempo medio en la lista de espera quirúrgica del Sistema Nacional de Salud (SNS) ha aumentado considerablemente. A veces, la búsqueda del titular impide un debate serio acerca de lo que está sucediendo en asuntos importantes.
Esperar más tiempo para que te operen es, sin duda, negativo para un paciente, pero pensar que ese es el problema de la sanidad es un error.
Una lista de espera es un indicador más, pero no tiene por qué ser un problema. Si el tiempo de espera fuese cero significaría que los recursos no están utilizados eficientemente. La espera idónea es la que no pone en riesgo la salud del paciente y, además, no utiliza recursos en exceso. Una operación de juanetes no requiere la misma celeridad que una oncológica.
El problema es otro, mucho más grave. Los recursos dedicados a la sanidad se han recortado drásticamente durante la crisis sin ningún tipo de criterio clínico, se ha reducido en donde era más fácil, en personal y gasto corriente, no en aquello en lo que era posible ahorrar sin perjudicar al sistema.
El error venía de atrás, por ejemplo, los hospitales que construyó el Gobierno de la Sra. Esperanza Aguirre. Construir infraestructuras sin realizar una buena planificación sanitaria hizo que el gobierno de Madrid utilizase un modelo de construcción en el que la propiedad del inmueble quedaba en manos de constructoras y grupos financieros. El régimen de pagos de cánones pactado por la Sra. Aguirre supone pagar cuatro o cinco veces el verdadero valor del hospital.
Como estas decisiones son difíciles de modificar, en el año 2012, el Gobierno de España aprobó un decreto que supuso recortes en la cobertura poblacional, en las prestaciones sanitarias y añadió nuevos copagos, como el de los medicamentos para los pensionistas.
Esta manera de reducir gastos en sanidad sólo empeora los indicadores básicos de salud de los ciudadanos.
El futuro del SNS exige asegurar la sostenibilidad interna y repensar partes del modelo. No soy sospechoso de ser un centralista antiautonómico, de hecho, intenté presidir la comunidad más importante, sin embargo, es un error caer en la centrifugación sin criterio de las competencias.
La gestión de las comunidades autónomas ha logrado que los servicios lleguen hasta el último rincón de España, que ha convergido en educación y sanidad. Sin embargo, el Estado debería recuperar determinadas atribuciones, por ejemplo, la planificación de nuevas infraestructuras sanitarias.
Por ejemplo, los hospitales y centros de especialidades construidos en el Corredor del Henares o en el Sur de Madrid podrían prestar servicios a buena parte de Guadalajara o a la Sagra toledana. También al contrario, construirlos en Castilla-La Mancha podría servir a Madrid.
De la misma manera, la crisis del Ébola evidenció el desmantelamiento del hospital Carlos III por la Comunidad de Madrid y puso en riesgo a todo el país. Evidentemente, la protección de los españoles contra pandemias no puede depender de una autonomía.
La sostenibilidad externa exige obligar al Estado a dedicar recursos suficientes para garantizar la salud. Esto requiere incorporar a la Constitución Española la Salud como un derecho fundamental junto a los contemplados en los artículos 15 a 24. Para ello, hay que determinar qué son necesidades sanitarias esenciales y qué no lo son y reforzar la garantía judicial de lo intocable clínicamente.
Por último, sin conciencia social no iremos lejos. Sólo quien gana muchísimo puede defraudar 14,8 millones de euros, como presuntamente ha hecho el Sr. Cristiano Ronaldo. Ahora bien, es difícil entender que exijan menos listas de espera quienes han firmado en change.org pidiendo la condonación de la deuda al futbolista. Sin impuestos puede haber futbol, pero no salud.
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