Represión en Venezuela
Una economía quijotesca
El canto trasnochado de una lucha para «derrotar la guerra económica promovida desde EE UU en alianza con la derecha» representa el encuadre comunicacional del Gobierno venezolano con respecto a esta misma crisis financiera que atraviesa el país. Al igual que el Quijote con su espada alzada y con la «valentía» que le empujaba a luchar y derrotar a más de 30 gigantes en forma de molinos de viento, Maduro insiste en construir batallas ficticias contra empresarios que han perdido grandes inversiones y capacidad productiva.
La conciencia del buen Sancho no fue suficiente y pudo más la ilusión y deseo de épica del «ingenioso» caballero de La Mancha. En la Venezuela de hoy, incluso personeros cercanos a Maduro insisten en que «no se puede ir contra las leyes del mercado». En otras palabras, que toda la retórica y acción regulatoria representa un repelente empresarial, una alergia difícil de combatir y, peor aún, significa un proceso vicioso que genera la percepción de un Gobierno que sencillamente no concibe al empresariado sin fidelidad política. Por lo tanto, más que gobernar con una relación de ganancia mutua, se trataría de gobernar pidiendo sumisa fidelidad.
Venezuela necesita en términos económicos una sola palabra: confianza. El país comenzará su recuperación cuando aquel que está dispuesto a invertir considere que cuenta con un mínimo de seguridad jurídica y económica. El empresario decidirá invertir cuando deje de escuchar batallas contra molinos de viento, luchas ficticias de un caballero triste y batallas sin sentido de un héroe que se convirtió en villano.
La confianza también se trata de percepción. Hoy casi el 60% de los venezolanos le atribuye al Gobierno la culpabilidad de la crisis económica y más del 70% del aumento de precios. Y la inflación, esa burbuja envenenada que empobrece, que se traga el sueldo y devalúa la moneda, representa la principal causa de la asfixia ciudadana. Mientras la inmensa mayoría de países latinoamericanos cuenta con una inflación que marca un dígito, se estima que para finales de este año, y, según el prestigioso economista José Guerra, Venezuela registrará una inflación del 1.000%.
Quizás con intención o por ignorancia, o bien por necesidad de ser un héroe, lo cierto es que la falsedad construida alrededor de un combate imaginario hace que más del 80% de los venezolanos clamen para que Maduro escuche y se convenza de que Sancho Panza tiene razón. No existen tales gigantes, lo que hay son molinos con ganas de nuevos vientos, ráfagas de esperanza que finalmente permitan concebir bienes y servicios con aquel sello que un día, hace ya años, desbordaba los mercados venezolanos y anaqueles internacionales: Made in Venezuela.
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