Abel Hernández

Una española en París

Ahí la tienen, sencilla y elegante, tomando posesión del Ayuntamiento de París. Se llama Anne Hidalgo –en realidad, Ana María originariamente–, nacida en San Fernando (Cádiz) hace cincuenta y cuatro años, muy bien llevados, hija de emigrantes –su abuelo, republicano, estuvo condenado a muerte–, madre de tres hijos, abogada laboralista, socialista, que ha salvado con su triunfo la cara del partido de Hollande en las últimas elecciones. No todos los días ponemos una pica en París. Hay que celebrarlo. Además, el nuevo primer ministro francés, Manuel Valls, también es español, nacido en Barcelona. Ambos colocan la «marca España» en lo más alto. Parece increíble. No hace tanto, durante los años oscuros de España, cuando los españoles pululaban por las calles de París buscando un trabajo humilde, con boina, cetrinos, alicaídos, sin entender palabra y la mayoría de baja estatura, «estropeando el paisaje urbano», como me dijo una mañana, echando pestes, en el verano del 68, el portero marsellés del caserón donde yo residía, este salto de calidad era inconcebible. Parece que, en efecto, por fin ya no hay Pirineos. Anne –o Ana María– Hidalgo dice que pertenece tanto a España como a Francia. Parece una mujer alegre y positiva. No le gustan los toros, con lo que rompe el tópico francés sobre los españoles, pero echa en falta los churros, la tortillita de camarones, el pescadito de la Venta de Vargas y, sobre todo, la luz del Sur, el sol de la playa de la Victoria. Y eso que vive –y es la regidora, desde ayer– en la ciudad de la luz. Como buena progre, es amiga de Luz Casal y de Pedro Almodóvar, algo inevitable. ¿Tendremos algún día en Madrid un alcalde o un presidente del Gobierno nacidos en Francia? Así se hace Europa. El caso es que la rueda de la fortuna gira y gira sin parar. La vida cambia. Todo es siempre novedad. Hay que estar abiertos al futuro. Habrá más sorpresas. Como aparece en el manuscrito del «Jardín de las delicias», en el lejano siglo XII, los hombres y las mujeres giran sin fin en esta rueda de la fortuna, unas veces les toca arriba y otras abajo. A la española Anne –Ana María– Hidalgo le ha tocado arriba. Y estamos orgullosos de ella. Ha desmentido el gran tópico de que el espíritu de París no se enseña ni se aprende.