Francisco Marhuenda
Una política de pactos muy arriesgada
La debilidad de Pedro Sánchez al frente del PSOE explica la arriesgada política de pactos que ha emprendido, en la que se aleja del centro y se pone en manos de la izquierda radical y antisistema. El PSOE cosechó el pasado 24 de mayo el peor resultado en unas elecciones autonómicas y municipales. Es algo especialmente grave e inquietante ,teniendo en cuenta que en 2011 ya fue muy malo. Es sorprendente que no aprendan de los errores y perseveren en una estrategia que siempre les ha resultado letal. Es cierto que estamos ante el esquema de la vieja política, donde lo único importante es conseguir cuotas de poder y es irrelevante lo que se ha dicho antes del 24-M. Los datos objetivos del resultado obtenido por el PSOE en las 13 comunidades en las que se celebraban autonómicas muestran que obtuvo 3,1 millones de votos, lo que representa un retroceso de 515.000 frente a 2011. En cuatro de ellas se queda por debajo del 20% y en otras siete del 30%. ¿Qué más datos nos ofrece el espacio de la izquierda? En primer lugar, una enorme movilización frente a un retraimiento para el PP, que comprueba cómo una parte importante de sus votantes se decanta por Ciudadanos. Podemos consigue 1,8 millones de votos y se queda a sólo 1,1 del PSOE. Estamos ante un partido emergente y que parece que no ha tocado techo. Hay comunidades, como Aragón, donde la distancia con los socialistas no llega a un punto. En las municipales se ha podido comprobar el desastre del PSOE en capitales tan importantes como Madrid, Barcelona y Valencia. A pesar de ello, hay alegría y autocomplacencia en la dirección socialista porque al PP no le ha ido bien, aunque haya ganado las autonómicas y municipales. El análisis simplista de Ferraz se sustenta en que los populares pierden poder político. Una vez más, la típica interpretación de la vieja política, en la que no se examinan los propios errores y la atención se centra en los problemas de los otros. El principal problema de Pedro Sánchez son Pablo Iglesias y Podemos. El líder de esta formación tiene muy claro que su objetivo es sustituir al PSOE como formación hegemónica de la izquierda, y no quiere jugar el papel de IU –y antes del PCE– como fiel y sumiso aliado del socialismo. Me sorprende que Sánchez no tenga en cuenta los datos y, sobre todo, los antecedentes de pactos contra natura como los que realizó el socialismo catalán con el independentismo de ERC y el neocomunismo de ICV. Tras los gobiernos tripartitos presididos primero por Maragall y luego por Montilla, el PSC entró en una caída electoral que le ha conducido a ser la tercera fuerza municipalista en Cataluña, y todo indica que obtendrá un sonoro fracaso en las próximas autonómicas. Es algo que debería hacer reflexionar a la actual dirección socialista para hacer pactos que no les alejen de la centralidad. La debilidad del PSOE ha sido muy mala en esta legislatura, porque ha provocado que Podemos crezca como una marea, ya que supo canalizar el 15-M así como las diferentes plataformas que organizó con éxito la izquierda antisistema. El viejo PSOE ignoró lo que sucedía ante sus ojos y ahora veo que el nuevo PSOE, desafortunadamente, es más de lo mismo. Es bueno que el PP pase a la oposición y se renueve allí donde no ha sido capaz de hacerlo, pero es un error socialista convertirse en una marioneta de la estrategia de Iglesias, porque pagará las consecuencias en las urnas. No hay que olvidar que las elecciones se ganan desde la centralidad. No hay otra alternativa. Los pactos con una formación como Podemos serían impensables en el resto de Europa, porque la socialdemocracia conoce muy bien las consecuencias de aliarse con neocomunistas. Al final veremos cómo Podemos marca el paso al PSOE, pues le controlará en los gobiernos autonómicos y municipales.
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