José María Marco
Uno, dos estados
En unas recientes declaraciones, Trump ha sugerido que la creación de dos Estados, uno israelí y otro palestino, no es la única solución al conflicto palestino-israelí. Es difícil saber qué es quiere decir, y si la frase sugiere una nueva propuesta norteamericana. Al menos ha quedado claro que Trump y la nueva administración han tomado nota de la realidad de la zona y han empezado a dejar atrás las ilusiones.
Lo primero que hacía falta era abandonar el mundo de buenas intenciones que rodea el llamado Estado palestino. Para empezar, el Estado palestino no existe, ni ha existido nunca. Es incluso probable que de no estar físicamente separados por el territorio israelí, los dos grandes representantes de los palestinos –Hamás en Gaza, y la Autoridad palestina en los territorios en disputa– hace tiempo que habrían iniciado una guerra civil, como tantas otras en la región.
También conviene hacerse a la idea de que si no hay dos Estados, uno palestino y otro israelí, es porque los representantes de los palestinos han rechazado todas las oportunidades que han tenido para estabilizar un Estado propio. No es que los israelíes sean inocentes en esta historia, pero su papel habría cambiado si los representantes palestinos hubieran aceptado negociar a partir de lo que se propuso en 1947, en 1967, en 2000 y en 2008: dos Estados –en estos dos últimos casos, un Estado palestino desmilitarizado–, que se habrían respetado mutuamente. Cuando Israel se retiró unilateralmente de Gaza los representantes palestinos, que podían haber creado una unidad política dedicada a la paz y a la prosperidad de su pueblo, convirtieron la franja en un refugio terrorista, dedicado a acosar a Israel con el fin último de destruirlo. Este último ha sido, al fin y al cabo, el objetivo prioritario de los representantes palestinos en estos setenta años.
Los representantes de los palestinos han aceptado, sin duda porque les comporta grandes beneficios, la triste misión de convertir a su pueblo en el instrumento destinado a mantener siempre vivo el odio a Israel en la opinión pública musulmana. Los palestinos se merecen algo más y la nueva posición norteamericana, al tiempo que pone el peso de la exigencia en los representantes de los palestinos –no como Obama, que siempre lo puso en los israelíes–, invita a acabar con tanta, y tan criminal, autocomplacencia.
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