Alfonso Ussía

Uno, otro y el moderador

La Razón
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Me lo han preguntado, ante mi asombro. «En tu opinión, ¿quién ganó el debate?». Lo tengo claro. El moderador, Campo Vidal. En un principio, su imagen nos llevó a tiempos que creíamos imposibles de empeorar y hoy forman parte de nuestra nostalgía. El tramo final de los Gobiernos de Felipe González, cuando Campo Vidal, que todavía no tenía el pelo con reflejos zanahorios, se hizo más político que periodista. Campo Vidal es inteligente, culto y bastante corcho, siempre flota. Por otra parte es un hombre de amplias cortesías y lo suficientemente sobrado para recibir en su casa con educación cimera. Después, claro, como todo hijo de vecino tiene sus simpatías y preferencias, y en ocasiones, se le notan. Le salen a flor de piel y no puede simularlas. Campo Vidal fue un entusiasta socialista, y esos rescoldos de la juventud sosiegan el ánimo. Por supuesto que no fue el único ganador del debate. Pedro Sánchez cumplió con el objetivo que le había marcado el inteligente de su entorno, Luena, y Rajoy acudió a la cita con la lección aprendida. Lo malo es que la lección le había sido impartida por Arriola, que lleva más de un decenio haciéndose rico con el Partido Popular con el fin de que éste salga derrotado.

Un moderador no puede tolerar ni insultos ni interrupciones. Si los tolera, deja de ser ábitro y se convierte en parte interesada del debate. Y un participante del debate, que además es el Presidente del Gobierno de España no puede aceptar ser injustamente insultado por su adversario y reaccionar con la timidez de un cohibido. –Hasta aquí podíamos llegar–. Lo de «mezquino, ruin y miserable», no tuvo repercusión. Sánchez estableció que el pasado del PP se limitaba a Bárcenas y Rato. Aquel mensaje de Rajoy a Bárcenas, tan breve y efusivo, marcó el principio del fin. Pero Rajoy iba preparado para soportar esa basura, y no supo hacerlo. Tendría que haber reconocido su lamentable mensaje a Bárcenas y sus errores en la elección de las personas cercanas. Y después de ello, decirle a Sánchez, con toda cortesía, que al PP no le han metido en la cárcel –todavía–, a ningún ministro, secretario de Estado, Gobernador del Banco de España, Director General de la Guardia Civil –insoportable ignominia–, y a la Directora del BOE. Y que el PSOE en Andalucía, tiene a dos presidentes autonómicos y más de un centenar de militantes procesados por la Justicia como consecuencia de los ERE, una monumental estafa cuyos perjudicados han sido los trabajadores. Y que el PP no ha sido acusado de terrorismo de Estado. Rajoy no estuvo ágil, y pretendió con buen tono exigirle a Sánchez la rectificación de su grosería. Cuando esa rectificación no se produce, la reacción sólo puede ser una: –Señor moderador que no modera. Ante semejante insulto y harto de las continuas interrupciones que usted le permite al sujeto que tengo frente a mí, que dice ser candidato a la Presidencia del Gobierno y que no desea debatir su programa porque lo calla, sus acuerdos porque le avergüenzan, sus cuentas porque no se las sabe y las corrupciones de su partido porque se le han olvidado, señor moderador, me levanto y me voy. No estoy acostumbrado a ser tratado como un pelele al que se le puede deshonrar con su aprobación e interrumpir gracias a su parcialidad. Este individuo considera que el futuro de España es Bárcenas o es Rato, y no nos quiere decir qué piensa hacer con Cataluña, o con el euro, o con los inmigrantes, o con las empresas, o con la Constitución, y lo que es más importante, la unidad de España, el paro y la libertad. Y como usted le permite toda suerte de groserías y de interrupciones, aquí le dejo, señor moderador, con su protegido. Buenas noches».

Es decir, lo contrario que le recomendó Arriola.