Alfonso Ussía

Urnas

La Razón
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Se buscan, y no se encuentran, las presumibles urnas que ha comprado Puigdemont para celebrar el refrendito ilegal. Si las urnas son de cartón, como en Venezuela, esconderlas no es difícil. Las de metacrilato ocupan más espacio. Recuerdo a Tintin buscando en el Calypso el tesoro de Rackman el Rojo. Al final lo tenían en los sótanos del castillo de Moulinsart. De celebrarse el refrendito ilegal en Tomelloso, ya estarían las urnas confiscadas gracias a «Plinio», el jefe de la Policía Municipal, siempre ayudado por el albéitar don Lotario. Esos personajes de Francisco García Pavón son fabulosos, y en los veranos releo sus novelas con sabor a vendimia y queso bodeguero. Pero ni Tintin ni Plinio están dispuestos a encontrar las urnas, y es entonces cuando se hace urgente la orden de proceder a ello por parte de la Policía Nacional y la Guardia Civil. La orden tiene que partir del ministerio del Interior, cuyo ministro está obligado a pedir permiso al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y éste a su vez, más obligado aún a solicitar la autorización de la vicepresidenta del Gobierno. Por ello, esa orden jamás será solicitada, permitida ni cursada.

No hallar en Barcelona ocho mil urnas de metacrilato es sinónimo de dejadez e indolencia. Un tal Jordi Manyá, que debe de ser el responsable de la custodia y escondite de las urnas se ha ido un poco de la lengua, y ha demostrado ser un paleto: -Las urnas –ha dicho-, las tenemos escondidas en una embajada-. Hay que ser muy aldeano para soltar semejante majadería. En Barcelona no hay embajadas. Las embajadas y los embajadores de los Estados que mantienen relaciones con España, están en Madrid. En Barcelona puede haber, y los hay, consulados, pero no tan espaciosos como para esconder ocho mil urnas. No dispongo a mano de la relación de Estados que apoyan el refrendito. Creo recordar que Venezuela y las Islas Molucas Selatán. Sí, en cambio, cuento con la información precisa para asegurar que en el consulado de Venezuela no hay lugar para tantas urnas, y que las Islas Molucas Selatán fueron desahuciadas del piso que albergaba su consulado por deudas de alquiler. Para mí, que se hallan en alguna dependencia de la Generalidad o en el garaje que guarda la colección de coches de Jordi Pujol. Ahí sí caben cómodamente ocho mil urnas, siempre que los operarios a las órdenes del paleto Manyá, se hayan afanado en almacenarlas en tres o cuatro alturas. Los peor pensados sospechan que las urnas están prestas para ser distribuidas por Cataluña en el mismo lugar en el que guardan los uniformes y los cascos del futuro ejército catalán. Los catalanes nunca han sido amigos del heroísmo bélico. Pero algo de ejército tendrán que tener, pienso yo. De no tenerlo les puede pasar lo mismo que al rey de Ionesco, al que todas las noches sus vecinos le reducían el reinado, y terminó con un reino pequeñísimo, el salón del trono y un pasillo a la izquierda. Y otro lugar de posible cobijo de las urnas es La Masía del Barcelona, que no está para bromas últimamente después de la emocionante y racial afirmación de pasión «blaugrana» de Neymar, que a la postre lo que quiere es jugar en el Real Madrid, y asegurarse su participación en las competiciones europeas.

Pero es cuestión de orgullo encontrar las urnas. Y para eso, necesaria la decisión del Gobierno de España, que no es precisamente un Gobierno decidido. Nuestro Gobierno es indeciso y blandorro. Así estuvo, indeciso y blandorro, durante un tiempo Javier Arzallus después de colgar su hábito de la Compañía de Jesús. Tenía dos novias; una despampanante y otra más discreta en su apariencia física. Al fin, después de dos años de dudas, tomó la decisión. Se casó con la más discreta y abandonó a la despampanante. Decisión acertada y muy vasca. La explicó a sus amigos:-La muy guapa, en pocos años se puede estropear. Y la otra es mucho mejor cocinera-. A ver si el Gobierno aprende de Arzallus y se decide a jugar sus cartas.

Ocho mil urnas no se pueden esconder. Y si algún consulado de un Estado cualquiera guarda los imprescindibles objetos de la ilegalidad, habrá que romper las relaciones con ese Estado, llamando al embajador residente en Madrid y mandándolo a su país perfectamente empaquetado. Se habla de Ucrania, pero lo pongo en duda.

Si no se encuentran esas ocho mil urnas, vamos a tener que admitir que el funcionamiento de los poderes del Estado es chunguísimo. Y el Estado es el administrador de España, la Patria de todos los españoles. A buscar las urnas.