Ely del Valle
Vaya morro
Dice Metroscopia, que de encuestas sabe algo, que el apoyo a ese infame deporte que es el acoso a domicilio a los políticos del PP ha descendido del 89% de marzo al 78% en abril. La noticia, aunque pudiera parecerlo, no es buena. Que un tercio de la población considere que el derecho a la intimidad no es universal, que señalar la vivienda de alguien es información, que intentar amedrentar a un diputado para condicionar su voto no es delito, que la intimidación a hijos y demás parentela de un político le entra en el sueldo, y que la manera de resolver los problemas es el «que te pego, leche» debería preocuparnos y mucho. Y más cuando los cabecillas de esta modalidad de intimidación que recuerda a la de los nazis cuando marcaban con una cruz los negocios regentados por judíos son Ada Colau, ávida recaudadora de subvenciones; Jorge Verstrynge, flamante dueño de un chalé de dos plantas en el exclusivo barrio de Salamanca, varios pisos de alquiler y una residencia de estudiantes en la que la habitación no está al alcance de un mileurista que pretenda comer; Dori Benegas, íntima de Otegui, y Elena Cortés, consejera andaluza de Fomento y Vivienda, que hasta hace nada cobraba suculentas dietas como consejera de Caja Sur, entidad intervenida y que mientras ella tuvo alguna responsabilidad ejecutó 3.308 desahucios. Hay quien a esto le llama incongruencia. Yo prefiero calificarlo de cara más dura que el «mineral» que algunos sacaron de Faja Pirita.
Habrá que esperar al próximo estudio de Metroscopia, a ver si la realidad nos hace ver las cosas con más claridad y el apoyo a esta práctica totalitaria donde las haya se queda a cero, que es donde debería estar. El drama de los desahuciados no es un circo, así que cuanto antes desaparezcan los payasos, mejor.
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