Alfonso Ussía
Víctima del sistema
Sigo su caso con interés y angustia. Se están portando con él y su hermano René –nombre muy sevillano, camero– con extremada crueldad. Me refiero a un futbolista y su representante. Sergio Ramos es una víctima del sistema. Juega al fútbol en el Real Madrid, hizo un gol importantísimo la pasada temporada y considera que su esfuerzo y trabajo están mal recompensados económicamente. Si se tratara de un científico, un catedrático o un médico de prestigio, el caso carecería de importancia. Pero no. Se trata de un futbolista, y entonces el problema adquiere una dimensión y profundidad especiales. Para colmo, un futbolista como Sergio Ramos, que es la síntesis de la medida y la inteligencia tocando el balón.
Resulta incomprensible el trato vejatorio que sufre. Sergio Ramos, el titán de Camas, ingresa anualmente en concepto de ficha seis millones de euros. Limpios, porque el malvado Real Madrid abona en Hacienda sus impuestos correspondientes. Una canallada. Además de esos seis millones de euros limpios, Ramos reúne otra ridícula cantidad de dinero por su sueldo, las dietas de viaje, las primas por cada partido victorioso, las marcas deportivas y el 50% de sus derechos de imagen. Trágica situación la suya. Se halla, indudablemente, en ese sector de la sociedad que se mueve por el umbral de la pobreza. Y para mayor vergüenza social, siendo un futbolista.
Es impetuoso en todo. Ese ímpetu que caracteriza su juego le impide en numerosas ocasiones terminar los partidos. Está claro que un numeroso grupo de árbitros españoles y europeos no quieren interpretar con generosidad su manera de disputar los balones con los delanteros. Cada uno se eleva en los saltos como Dios le da a entender, y Sergio Ramos lo hace con los brazos abiertos y los codos prestos al choque. En algunas ocasiones, los árbitros intolerantes le muestran la tarjeta roja, por entender que Ramos salta de esa guisa con malas intenciones. Un futbolista inglés, un envidioso, ha dicho que «Sergio Ramos es una tarjeta roja andante». La típica salida taimada y envenenada de un inglés que todavía no ha asimilado la victoria de Don Blas de Lezo ante la escuadra del Almirante Vernon.
Para intentar ganar el dinero que él y su hermano René consideran justo, se han ofrecido a diferentes clubes poderosos de España y Europa con el fin de incorporarse a sus plantillas y abandonar el Club que con tanta racanería les ha tratado en los últimos ocho años. Un Club que, como a su amigo Casillas, está moralmente obligado al agradecimiento eterno. Al fin y al cabo, el Real Madrid no era gran cosa con anterioridad a su llegada y ahora está considerado el mejor club del mundo del siglo XX. Hubo un tal Di Stéfano que ganó mucho menos dinero que Sergio Ramos y que colaboró algo en ello. Pero el Real Madrid de hoy no puede concebirse sin Sergio Ramos y Casillas, que además son muy amigos y tienen una gran influencia en ese submundo conocido por «vestuario». El problema –se ahonda la injusticia- es que los clubes europeos consideran que Casillas y Ramos están muy bien remunerados y ninguno se ha interesado por contar con sus servicios, evidencia que corrobora la injusticia social que padecen en el Real Madrid.
Está claro que un futbolista de la categoría de Sergio Ramos no puede conformarse con ganar seis millones de euros al año libres de impuestos, más el sueldo, las dietas, las primas, las marcas deportivas y los derechos de publicidad e imagen. A ver si nos ponemos las pilas y nos enteramos de qué va la cosa, Florentino. Sergio, víctima del sistema de esclavitud y explotación del ser humano imperante en nuestro fútbol.
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