Acoso sexual
Víctimas en vida
El otro día, hablábamos del «boom» de abusos sexuales denunciados en Estados Unidos y del juicio a La Manada. De cómo serán las sesiones de esta semana en Pamplona, abiertas a los periodistas. Hay quienes ponen en duda la palabra de la supuesta víctima de los Sanfermines, como sabes. En esas estábamos cuando Nubia rompió a llorar. Sintió que el dolor le había rebosado el alma en el momento más incómodo pero alcanzó a explicarse y empezó a curarse de lo suyo, por fin. Tres lustros antes, Nubia fue agredida sexualmente. Una noche cualquiera, después del trabajo, un individuo se coló en el portal entreabierto de su casa. Él no le respondió buenas noches. A ella, la intuición la alertó un segundo pero, al observarle, se calmó. «Parece un abuelo joven», pensó. Al abrirse la puerta del ascensor que ambos esperaban, él le puso un cuchillo de cocina en el cuello, la tiró al suelo, ató sus manos a la espalda con una guita y, al oído, dijo: «Te mato si abres la boca». Lo que vino después, esos 10 minutos que le parecieron diez siglos, Nubia los ha estado borrando concienzudamente de su disco duro. Mi amiga se salvó porque el sujeto oyó un ruido y desapareció súbitamente, sin apuñalarla. Ella reunió fuerzas para ascender a su casa y pasar aquella madrugada deambulando por el hospital y la comisaría. No pidió la baja médica. Nadie podía conocer aquel episodio, qué vergüenza. ¿Cómo la mirarían? ¿Dudarían de su palabra? Estuvo yendo un año al trabajo con la denuncia de agresión en el bolso y sintiéndose culpable, no sabía por qué. Su familia querida le recordaba que las cometas vuelan alto con el viento en contra, y su núcleo duro, su fortaleza, la acompañaba a todos los portales de todas las casas. Nada que decir del servicio de atención psicológica que se le ofreció a Nubia en Comisaría, brilló por su ausencia. Seguramente estaban de vacaciones aquella Semana Santa.
Muchos años después, mi amiga sabe que la felicidad equivale a cultivar la mala memoria mientras lee que mil mujeres, cada año, sufren agresiones sexuales en España.
Al violador del barrio tardaron en enchironarle. A Nubia le nacieron miedos, aunque supo que sería capaz de librar cualquier batalla. Sus lágrimas la salvan hoy del abismo. El trauma se lo llevará a la tumba, como las demás. Como la chica de los Sanfermines.
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