Fernando Vilches
Villalkor: la excelencia
Por medio de mi amigo Iván, profesor de Inglés de 1.º de Bachillerato del colegio Villalkor, el miércoles pasado fui a explicarles a los alumnos del último curso lo que es el Plan Bolonia, consejos para la futura Prueba de Evaluación de Bachillerato y Acceso a la Universidad (Pebau, ¡toma ya sigla del siglo de las siglas!) y cómo es la Universidad Rey Juan Carlos. Todo me ha maravillado: las instalaciones del colegio; su limpieza; el buen ambiente sin gritos ni carreras; la educación de los alumnos, empezando por los chiquitines, que te abren la puerta y te invitan a pasar (a una pequeñina, al traspasar una puerta, le di un golpecito en la cabeza. Al ver mi desolación, me repitió tres veces mirándome a la cara: «No pasa nada»); el trato recibido por Rosa, la directora, y por Cristina, Marta y José Antonio, los profesores con los que he departido un rato tras mi charla: amables, inteligentes y, llámenme trasnochado, las tres mujeres, muy guapas. He tenido el inmenso placer de reencontrarme con Patricia, una alumna de hace once años, que cursó conmigo Lengua Española de primero de Publicidad; verla hoy convertida en toda una profesora de Secundaria y Bachillerato me ha llenado de orgullo. Esto ya anuncia un equipo entregado a la más difícil y más bonita labor que un ser humano puede llevar a cabo, junto a la de la medicina: la enseñanza. Pero, además, he estado leyendo un par de revistas del colegio, «Magazine Villalkor», en las que he descubierto que han llevado la música, la danza y el teatro como actividad extraescolar para los más pequeños, que es donde se crea la afición a las bellas artes; un nivel deportivo competitivo de altura. En fin, un proyecto educativo que se ocupa –con cariño– de la ciencia y de la conciencia de sus alumnos.
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